En Norteamérica una pequeña ciudad vivía del cultivo del algodón. Cierto año en que la cosecha prometía ser magnífica, una clase de gorgojos (pequeños insectos cuyas larvas suelen alimentarse de semillas) la redujo a nada. Arruinados, los cultivadores decidieron sembrar otras especies más resistentes, como los cacahuetes. La economía fue nuevamente próspera, al punto que se llamó a la ciudad «Enterprise» (Empresa), a causa del espíritu de iniciativa de sus habitantes.
En nuestra vida también puede haber desastres repentinos: enfermedad, desempleo, reveses financieros… No nos dejemos abatir por el sufrimiento, no machaquemos en nuestro corazón los errores del pasado o nuestras quejas para con un supuesto responsable. Detrás de estos dolorosos acontecimientos hay un Dios que nos ama y quiere hacernos bien.
Sepamos utilizar esos reveses que él permite para escucharle y hacernos las principales preguntas: ¿Cuál es mi relación con Dios, un Dios a quien quizás he ignorado hasta ahora? En este caso, es el momento de cambiar de dirección y entregar mi vida a Jesucristo.
Y si nosotros, cristianos, hemos dejado que las cosas de la tierra se interpongan entre Dios y nosotros, es el momento de devolver el primer lugar a nuestro Maestro, quien nos interpela y permite el sufrimiento para a la postre hacernos bien. Aun cuando la prueba no siempre está destinada a corregirnos, es bueno que la tomemos como una oportunidad para acercarnos a Dios.
En nuestra vida también puede haber desastres repentinos: enfermedad, desempleo, reveses financieros… No nos dejemos abatir por el sufrimiento, no machaquemos en nuestro corazón los errores del pasado o nuestras quejas para con un supuesto responsable. Detrás de estos dolorosos acontecimientos hay un Dios que nos ama y quiere hacernos bien.
Sepamos utilizar esos reveses que él permite para escucharle y hacernos las principales preguntas: ¿Cuál es mi relación con Dios, un Dios a quien quizás he ignorado hasta ahora? En este caso, es el momento de cambiar de dirección y entregar mi vida a Jesucristo.
Y si nosotros, cristianos, hemos dejado que las cosas de la tierra se interpongan entre Dios y nosotros, es el momento de devolver el primer lugar a nuestro Maestro, quien nos interpela y permite el sufrimiento para a la postre hacernos bien. Aun cuando la prueba no siempre está destinada a corregirnos, es bueno que la tomemos como una oportunidad para acercarnos a Dios.
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