“Servid
a Jehová con alegría;” Salmos 100:2 (a)
La adoración está íntimamente
relacionada con el servicio. De hecho, una de las tres palabras más usadas del
hebreo del Antiguo Testamento (290 veces) es abad que significa
fundamentalmente servir.
En esas 290 ocasiones que
aparece este vocablo, siempre hay una unión entre el amor, obediencia, servicio
y adoración, tal como se manifiesta en el Pentateuco: “Si obedeciereis
cuidadosamente a mis mandamientos que yo os prescribo hoy, amando a Jehová
vuestro Dios, y sirviéndole con todo vuestro corazón” Deuteronomio 11:13 Es decir, todo inicia y finaliza con Dios. Todo se
centra en él. Tiempo, dedicación y esfuerzo.
Sin embargo, existe un
agregado: alegría. Servir sin alegría sólo es monotonía, se convierte en
acostumbramiento o pesadez, lo cual genera que Dios no guste de lo que hacemos
por él. Existe un antecedente de que el servicio a Dios se convirtió en un
trabajo, en un compromiso y Él reaccionó ante eso:
“Pero
ustedes los sacerdotes hacen todo lo contrario: me faltan al respeto, y
desprecian mi altar y las ofrendas que allí se me presentan». Ustedes
los sacerdotes se quejan, y dicen: «Nuestro trabajo es muy pesado». Pero el
Dios todopoderoso les dice: «¿Creen ustedes que voy a recibir con gusto esos
animales cojos y enfermos, que ustedes me traen como ofrenda? Eso es un
insulto, pues para colmo me traen animales con defectos.” Malaquías 1:12-13 TLA
Nuestro Señor se
muestra ofendido cuando el motivo de nuestra adoración o servicio no es real.
Cuando por ser parte de una iglesia y no quedar mal formamos parte de un “club”
o “ministerio”. Sin embargo, nuestro corazón no gusta de lo que se está
haciendo, cuando no hay deleite en hacer algo para Dios y forma parte de
nuestra dinámica de vida como algo pesado. Es por ello, que es muy importante
pasar por un test para saber que nos motiva a servir o adorar a Dios. Se anima
a contestar las siguientes preguntas:
- ¿Cuál es el motivo de mi servicio?
- ¿Cuándo fue la última vez que agradecí a Dios por darme la oportunidad de hacer algo por Él?
- ¿Puedo estar satisfecho con lo que hice este día?
- ¿He perdido el compromiso con Dios y me he sentido comprometido con la gente?
- ¿Siento que al adorar y servir a Dios he perdido tiempo?
- ¿Le estoy dedicando menos tiempo a mi preparación espiritual?
- ¿Estoy brindando el mismo esfuerzo para que Dios sea glorificado?
Son
7 preguntas que ameritan una respuesta sincera. Porque ello nos permitirá darle
rumbo a nuestro corazón. Regresar a servirle con el corazón o morir en el
desierto espiritual.
Y
la última palabra que se une con amor, obediencia y servicio es:
D-I-S-P-O-S-I-C-I-Ó-N. Disfruta estar con Él. Gózate con lo que hagas, sea
pequeño o grande. Derrama tu corazón para conocer que necesita. Muchos citan el
versículo “…muchos son los llamados, mas
pocos los escogidos…” mateo 20:16 para validar su pereza espiritual y
dicen: “Yo no he sido llamado a servir”,
“no tengo la carga” y se convierten en usuario o clientes de Dios y olvidan
que lo más grande que se puede lograr es ser un servidor de Dios.
E
Isaías nos enseña algo especial. En ningún lugar de su conversación con Dios
aparece un mandato, mucho menos una obligación a aceptar una invitación. Isaías
la acepta, porque logró entender el corazón de Dios, comprendió su necesidad,
se sumergió en su corazón y no perdió la oportunidad de servirle a Dios con
alegría. Veamos su conversación:
Entonces oí la voz del Señor, que
decía: «¿A quién voy a enviar? ¿Quién
será nuestro mensajero?»
Yo respondí: «Aquí estoy yo, envíame
a mí.»
Y él me dijo: «Anda y
dile a este pueblo lo siguiente: “Por
más que escuchen, no entenderán; por más que miren, no
comprenderán.” Isaías 6:8-9
No hay recompensas, no
hay promesas de coronas, no hay compromisos de felicidad y éxito para el
profeta. Por el contrario, se encontró con un pueblo que no comprendió el
mensaje de Dios. Sin embargo, Isaías jamás dejo de hacerlo. Cada mensaje, cada
acción, fue realizada por él, con todo su corazón. Esa es la recompensa. Una
sonrisa de Dios. Una alabanza de Dios. No hay riquezas terrenales. Que eso no
sea tu motivación de seguirle y servirlo. Que tu motivación sea la que tuvo el
apóstol Pablo: Recibir una palabra de felicitación: “Por lo tanto, no juzguen ustedes nada antes de tiempo;
esperen a que el Señor venga y saque a la luz lo que ahora está en la oscuridad
y dé a conocer las intenciones del corazón. Entonces Dios dará a cada uno la
alabanza que merezca.” 1ª Corintios 4:5
Es por ello que al llegar
a Nuestro Hogar podamos ver los dulces ojos del Maestro, que con una sincera
sonrisa y un corazón agradecido nos diga:
“El jefe le dijo: “Muy bien, eres un empleado bueno y fiel; ya
que fuiste fiel en lo poco, te pondré a cargo de mucho más. Entra y alégrate
conmigo.” Mateo 25:23 DHH.
Así que dispón tu corazón a darle a Dios tu
tiempo, dedicación y esfuerzo y lograrás alegrar el corazón de Dios.
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