“Nada hagáis por contienda o por vanagloria;
antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él
mismo;” Filipenses 2:3
El Espíritu Santo produce en nuestras vidas mansedumbre que puede dividirse en dos: Humildad y Autocontrol.
La humildad ha
sido mal entendida y ha sido despojada de su verdadero y gran valor. Se ha
identificado con la pobreza y con la carencia de objetos materiales, pero la
realidad es otra. La humildad consiste en saber que todo lo que “poseemos” no
es nuestro, sólo somos simples administradores y que todo lo que llegamos a ser
o a tener (títulos, riquezas, propiedades) simplemente es por la misericordia y
la gracia del Señor.
Tampoco la
humildad está ligada a la baja o alta estima. Una persona con una estima
saludable, es aquella que puede ser humilde. No ve a nadie hacia abajo, ni ve a
nadie hacia arriba. Sabe que todos somos iguales y por ende, no podemos
aprovecharnos de las posiciones de liderazgo que tengamos, ni tampoco somos
dignos de lástima. “Por el encargo que
Dios en su bondad me ha dado, digo a todos ustedes que ninguno piense de sí
mismo más de lo que debe pensar. Antes bien, cada uno piense de sí con
moderación, según los dones que Dios le haya dado junto con la fe.” Romanos
12:3
Cuando el orgullo
quiera minar nuestra mente y corazón corramos al Espíritu Santo porque Él nos
llevará a la Cruz. Cuando se nos suba la fama a la cabeza o pensemos que tenemos
un poco más que otros, inclinemos nuestro rostros y recordemos que Cristo,
siendo el Rey de reyes, siendo el Creador, siendo el dueño de todo el universo
y sus alrededores se despojó de todo y se hizo como nosotros, para que vivamos
con Él. Si Jesús lo hizo y nos demostró
que lo que somos no pasa por lo que tenemos, aprendamos la lección que Él nos
dejo. Recordando que Dios habita con el corazón humilde. “Aunque el Señor está en lo alto, se fija en el hombre humilde, y de lejos reconoce al orgulloso.” Salmos 138:6.
Además, la mansedumbre encierra el manejo de las emociones. Es decir, es el cabestro de nuestra vida. El cabestro es una cuerda que se pone en el cuello o cabeza a una caballería para atarla o conducirla. Nos guía a deternos y pensar bien las cosas. Cuando queremos desenfrenarnos nos conoduce a calmarnos y si no queremos continuar el camino, nos guía y nos hace caminar.
Esa es la función del Espíritu Santo y lo que hace en nosotros. Nos aconseja cuándo detenernos, cuándo seguir y nos confronta cuándo sabe que no vamos hacia el lado correcto. la mansefumbre no nos refiere a debilidad, es todo lo contrario. Es por ello, que necesitamos un carácter fuerte (manso) y este no es aquel que grita y fuerza a que hagan su voluntad; sino es aquel que nos permite dominar nuestros deseos y ser dóciles a la voz de Dios.
"Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre." 1a. Juan 2:17
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