
Incienso – Nuestra Adoración.
“David iba vestido con un efod de lino, y danzaba
con todas sus fuerzas, y tanto él como todos los israelitas
llevaban el arca del Señor entre gritos de alegría y toque de trompetas.” 2ª
Samuel 6:14-15
Hemos olvidado
la adoración. Se le ha estimado como algo que se ocupa para rellenar un momento
en una reunión. Pero la adoración va más allá: Es el momento en el cual la
creación reconoce a su Creador. Agradece por su bondad. Dónde se va en búsqueda
y no a recibir respuestas, ni a encontrar nada. Es el momento donde se ofrece y
no se pide.

Dios jamás ha despreciado
un corazón agradecido, un corazón que lo busca. Derrama tu alma delante de Él,
no importando lo que eres o cuánto tienes. A Dios es lo que menos le importa.
Siempre ha preferido un corazón quebrado pero dispuesto, que las mejores
fiestas. Sn. Lucas 7 nos da un gran ejemplo de ello. Un fariseo llamado Simón
ofrece una cena para Jesús. Posiblemente lo mejor. Un buen corte de carne,
trigo recién cosechado, un vino de una buena cosecha, pan recién salido del
horno; pero se olvidó del homenajeado y pensó probablemente más en su status. ¿Habrá
visto el mantel nuevo con hilos dorados?, ¿espero que le guste nuestra vajilla
importada?. Prefirió su imagen a la presencia de Dios hecho hombre que estaba
sentado en su casa, compartiendo una comida.
Pero una mujer cambió
todo. Un perfume carísimo en manos de una mujer con no muy buena reputación,
que necesitaba honrar al Señor. Primero limpió sus pies con sus lágrimas (Lucas
7:38), los secó con su cabello, besó sus pies y finalmente derramó la fragancia
(vs. 38 b), algo que costaba aproximadamente $2,000. Un detalle sublime de un
corazón apasionado. Podría haber derramado sólo el perfume. Siempre hubiera
ganado la admiración de todos. Pero no lo hizo así.

“Entonces, mirando a la mujer,
Jesús dijo a Simón: — ¿Ves esta mujer? Entré en tu casa, y no me diste agua para mis
pies; en cambio, esta mujer me ha bañado los pies con sus lágrimas y los ha
secado con sus cabellos. No me saludaste con un beso,
pero ella, desde que entré, no ha dejado de besarme los pies. No me pusiste
ungüento en la cabeza, pero ella ha derramado perfume sobre mis pies. Por esto
te digo que sus muchos pecados son perdonados, porque amó mucho; pero la
persona a quien poco se le perdona, poco amor muestra.” Sn. Lucas 7:44-47.
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