Es bueno
recordar el valor de la amistad. Aunque estos días estén marcados por el
comercio y por la publicidad. Aunque el amor se deje en un segundo plano y se
sobredimensione la necesidad de regalar algo material o dejarse llevar por la
pasión. La amistad, ese vínculo invisible que nos une a desconocidos, que nos
lleva a llorar dificultades ajenas, a disfrutar victoria de otros, siempre debe
ser reconocida. “Algunas amistades se rompen fácilmente, pero hay amigos más fieles que un hermano.” Proverbios 18:24
No hay lazos
sanguíneos en la amistad. No hay contratos firmados. No existe presión. Porque
es un pacto. Un pacto no necesita firmas, no necesita abogados. Sólo necesitan
dos corazones dispuestos a ser parte de la historia y vida de otros.
Aunque
parezca una paradoja o un sinsentido, la amistad no consiste sólo en tener
amigos, sino en ser un amigo para los demás. Porque un amigo no espera fechas
especiales, se encuentra cuándo se necesita. Espera, no habla, acompaña, señala
nuestros errores, restaura nuestro corazón, sonríe, nos hace crecer, disfruta
el cumplimiento de las metas y está allí, sin esperar recompensas o detalles. “Y Jonatán y David se juraron eterna amistad, porque Jonatán quería a
David como a sí mismo.” 1ª Samuel 18:3
Eso es la
amistad. Y es lo que Jesús hace por nosotros. Es nuestro Amigo fiel. No es un
Señor feudal que espera obediencia ciega para que evitemos su castigo. No es un
dios lejano que sólo aparece en ocasiones especiales. Jesús no es así.
Jesús sabía
nuestra condición. Sabía que el hombre necesitaba perdón y amor. Tendió su mano
y vino a esta Tierra. Sintió soledad, dolor. Fue tentado. Fue traicionado. Fue
malentendido, incomprendido y desechado. Como nosotros. E hizo un pacto con
nosotros. Nos quitó el título de siervos y nos tendió el puente a la amistad.
Quitó las barreras. El siervo únicamente estaba para cumplir las órdenes. El
amigo acompaña, opina y recibe las mismas honras por las victorias, como si
fueran propias. El siervo no. “Ya no os llamaré siervos, porque
el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí
de mi Padre, os las he dado a conocer.” Sn. Juan 15:15
Nos sacó del
segundo plano y nos pidió acompañarlo. Nos dio valor. Nos puso en su lista de
prioridades. Entiende nuestro dolor y sabe que estamos propensos a fallarle y
no le importa, porque nos ama y quiere lo mejor para nosotros.
Es hora de
cumplir nuestra parte del pacto. No tomes a Jesús como una religión o como un
salvoconducto para recibir bendiciones. Es más que eso. Prioriza tu relación
con Él. Dale el valor como amigo y como Señor de tu vida. Quédate cerca para
escuchar sus anhelos, deseos y compartan sueños. “Después oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá
por nosotros? Entonces respondí yo: Heme aquí, envíame a mí.” Isaías 6:8
Renueva tu
pacto de amistad. No por el día. Sino porque lo amas. Lo anhelas. Lo deseas. Él
dio todo por ser nuestro amigo. Y sólo nos pide fidelidad, cercanía y amor.
¿Estás dispuesto a entregarlo?
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