“Anda, ponte en marcha a Egipto, que yo te ayudaré a que hables bien,
y te enseñaré lo que debes decir. Pero Moisés dijo:
—Dios mío, te ruego que envíes a otra persona. Entonces Dios
se enojó con Moisés…” Éxodo 4:12-14 TLA
Todos
tenemos un llamado. Es ese “destino” o “propósito” que Dios tiene para nuestras
vidas para cumplir una misión. Es el llamado que Dios le hizo a Abraham a salir
de su tierra y parentela para que naciera una nueva nación. José siendo vendido
como esclavo, encarcelado injustamente para cumplir con lo que Dios tenía
preparado para su pueblo. Gedeón, un hombre temeroso que confío en el llamado
de Dios y con 300 hombres derrotó a un pueblo entero.
Hombres
comunes y corrientes que hicieron algo extraordinario. Sin embargo, pasaron
momentos de duda y temor para cumplir con su misión asignada. Pero, antes de
hablar de este tema, hay una idea básica que se debe presentar: El llamamiento.
Esto es una invitación. Dios siempre ha sido un Dios que invita, no que
recluta. Invitó a Josué a guiar a su pueblo a la conquista de la Tierra
Prometida. Invitó a 12 hombres a ser pescadores de hombre. Invitó a Pablo a
llevar su Palabra a gente que nunca había oído hablar de su nombre.
Esta
invitación no la reciben personas específicas o especiales que Dios ha
preferido por encima de otros. No. Es
algo abierto para todo aquel que ha creído en Él como Su Señor y Salvador. ¿No
lo cree?, observe: “Ustedes vayan y hagan más discípulos míos
en todos los países de la tierra. Bautícenlos en el nombre del Padre, del Hijo
y del Espíritu Santo.” Sn. Mateo 28:19-20. No es necesario tener
un sueño o una visión de parte de Dios que diga: “irás como misionero a
Uganda”, “Serás pastor en la ciudad “x”” No es necesario que un profeta se
acerque con una palabra de Dios. ¿Puedes recibir el llamado de estas formas?
Claro que sí, no obstante, esto no es necesario.
Dios tiene un anhelo y es de salvar a toda la humanidad y quiere usarnos para
hacerlo. En ese sentido, puedes tomar dos actitudes: pasar de largo esta
invitación y seguir con tu vida. Lograrás tus objetivos personales, pero
probablemente pensarás que pudiste hacer para Dios.
También
está la otra actitud, la cuál es la que tomó el profeta Isaías al estar en la
presencia de Dios: “Enseguida oí la voz de Dios que decía: «¿A quién voy a enviar? ¿Quién será mi
mensajero?» Yo respondí: «Envíame a mí, yo seré tu
mensajero».” Isaías 6:8. No fue un llamado especial o específico,
simplemente una solicitud de Dios. Un anhelo de su corazón.
Al iniciar habrá temor, pero será algo que debemos afrontar. Las
mejores formas de enfrentar el temor y vencerlo para cumplir el llamado son las
siguientes:
a) Reconocer Quién nos ha
Llamado:El apóstol Pablo describió de manera práctica lo que sucede cuando
somos llamados por Dios: “Si Dios es con
nosotros, quién contra nosotros” hay confianza. Hay seguridad que los
objetivos se cumplirán. Habrá problemas. Será complicado. Habrá obstáculos,
murallas y adversidades que nos harán dudar. Sin embargo, la certeza que Dios
está obrando, es el impulso principal para seguir adelante.
b)
Filtrar las voces destructivas: Muchas veces el temor es infundado
por la crítica u opiniones en contra. Nehemías con una misión por delante
enfrentó con firmeza y entereza. Desvalorizaron su trabajo. Calificaron sus
motivaciones. Evaluaron el trabajo. Amenazas de muerte. Críticas destructivas.
En fin. Nehemías tuvo la capacidad de decir: “Y les envié mensajeros, diciendo: Yo hago una gran obra, y no
puedo ir; porque cesaría la obra, dejándola yo para ir a vosotros.” Nehemías
6:3. No permitió escuchar otras voces más que la de Dios. Eso hizo la diferencia.
c) Tener fe: La fe es la capacidad de avanzar sin que haya un
camino definido y delimitado. Es abrir brecha. Es un cazador de sueños. La fe
hace avanzar hacia adelante. “Dios aceptó
a nuestros antepasados porque ellos confiaron en él.” Hebreos 11:2 TLA. Así
define Dios a los que pueden entrar en su Salón de la Fama. De hecho Hebreos 11
es definido así. No se habla de las grandes obras hechas. Habla de lo que hizo
la fe.
Sin fe hay temor de obedecer el llamado y la fe
sólo se logra a través de una relación. Moisés es un ejemplo claro. La primera
vez que se encontró con el Dios de sus padres, pidió en tres ocasiones no ser
tomado en cuenta, pero Dios le dio tres nuevo argumentos para que aceptara. Al
final, escogió cumplir el llamado y cada vez que la relación con Dios crecía,
la fe de Moisés era mayor.
No preguntó si la vara era suficiente para abrir
el mar. No exigió un contrato de amparo en caso de que no funcionarán las
plagas. No pidió una muestra de que todos los días llovería Maná. Por eso nos
deja un enunciado: La fe se desarrolla a través de una relación genuina con
Dios.
Un líder con temor no avanzará. Nunca se le
olvide que Dios nos ha llamado a todos, por lo cual, desecha el temor, escuchando
las voces correctas, conociendo quién te ha llamado y confiando que Dios quiere
usarte para que cada día más conozcan a Cristo como su Señor y Salvador.
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