“…Venid ante su presencia con regocijo.” Salmos
100:2 (b)
Existen dos hombres admirables
en las Escrituras, que nos dejaron una frase que llama la atención por su
sinceridad y autoridad, porque nos permiten entender el grado de cercanía con
Dios. Literalmente estaban en su presencia. Observa:
“Y le dijo
Elías: Vive Jehová de los ejércitos, en cuya presencia estoy,
que hoy me mostraré a él.” 1ª Reyes 18:15
“Y Eliseo
dijo: Vive Jehová de los ejércitos, en cuya presencia estoy,
que si no tuviese respeto al rostro de Josafat rey de Judá, no te mirara a ti,
ni te viera.” 2ª Reyes 3:14
Estos profetas nos enseñan claramente la clave
para tener éxito: vivir en la Presencia de Dios. Esto no implica ser perfecto,
pero si amar la santidad de Dios. Tampoco implica marginarse de la sociedad,
sino dejar de involucrarse en aquellas cosas que le desagradan al Señor.
Cuando hablamos de la Presencia de Dios entra un
poco de temor. Temor a ser descubierto. A que nuestro mal proceder nos incomode
y perturbe el estilo de vida que llevamos. Isaías experimentó ese sentimiento. Estuvo
frente al trono de Dios, vio Su Gloria y al sentir Su Santidad sólo le que
decir y pensar: “Y pensé: « ¡Ay de mí, voy a
morir! He visto con mis ojos al Rey, al Señor todopoderoso; yo, que soy un
hombre de labios impuros y vivo en medio de un pueblo de labios impuros.»”
Isaías 6:5
Su pecado fue expuesto. Su vocabulario no era el
adecuado y no le quedó más que reconocerlo. Es por ello, que mientras más
buscamos estar cerca de Dios, hay culpa. Pero no es la culpa que destruye, la
que causa remordimiento y dolor. La culpa que causa el Espíritu Santo, es
aquella que nos encamina al arrepentimiento, donde nace el deseo de pedir
perdón, de resarcir el daño y cambiar el rumbo de nuestra vida. El
remordimiento causa dolor sin acción; pero el arrepentimiento implica reparar
el daño y mejorar nuestra vida.
Es por ello que pocos persiguen el fin de la
búsqueda de su Presencia. Muchos (me incluyo) la visitamos y nos gustan las
sensaciones vividas. Los escalofríos, las lágrimas, la paz. Sin embargo, cuando
llega el momento de tomar la decisión de quedarnos a vivir en comunión con Él,
nos cuesta. Somos de los que visitamos, pero Dios quiere que nos quedemos a
vivir con Él. “El que
habita al abrigo del Altísimo morará
bajo la sombra del Omnipotente.” Salmos 91:1 y así podamos disfrutar
de escuchar su voz, de saber sus planes, proyectos, ambiciones, que nos cuestione,
que nos pueda consultar pero no porque no porque lo merezcamos sino porque
subimos de nivel.
En
la búsqueda de Dios, podemos decir que hay fases, hasta llegar a la intimidad. Primero
nos convertimos en Hijos. A través de la salvación, logramos está primera
etapa. Alcanzamos por su gracia y amor la oportunidad de vivir la eternidad con
Él. No hay precio que pagar. Todo es por su misericordia. “Ustedes han sido salvados porque aceptaron el amor de Dios.
Ninguno de ustedes se ganó la salvación, sino que Dios se la regaló.”
Efesios 2:8
La segunda etapa es
cuando nos convertimos en Siervos de Dios. Cuando entregamos parte de nuestro
tiempo para que su obra avance, cuando le hablamos a otros de su amor, cuando
ayudamos al necesitado, cuando formamos parte de un ministerio. Aquí hay un
precio que pagar. Rendirnos. Entender que además de nuestro Salvador es nuestro
Señor y somos sus servidores y aprendemos a ofrecer nuestros recursos para que
otros conozcan de su amor. Muchos nos quedamos en esta etapa. “Ya
no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os
he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a
conocer.” Sn. Juan 15:15
Sin embargo en el interior del círculo, se
encuentran los Amigos. Aquellos que conocen el corazón de Dios, que renuncian a
sí mismos y viven para Él, que lo buscan con intensidad, que obedecen, que tienen
fie ciega, que lo aman, que viven su vida buscando agradarle, que no sólo
apartan tiempo para Él, viven las 24 horas agradándole. Este es un nivel
superior. No son favoritos. Es un puesto ganado a base de amor y esfuerzo. Son
aquellos que pueden preguntar con confianza. Aquellos que son llevados a
reuniones de extrema urgencia para conocer que Dios tiene preparado para sus
Hijos, no porque lo merezcan, esto es porque se lo han ganado. Fueron cambiando
su posición, fueron disfrutando la compañía de Dios. Dejaron de pedir (hijos) y
dieron (siervos). Dejaron de dar esperando una recompensa y lo hacen por amor
(Amigos). “Así se cumplió lo que dice
en la Biblia: «Abraham confió en la promesa de Dios, y por eso Dios lo aceptó».
Fue así como Abraham se hizo amigo de Dios.” Santiago 2:23
Es por ello, que nos debemos convertir en
buscadores de su Presencia. Crecer, luchar, esforzarse. Que estar delante de Él
sea algo memorable, que todos los días vivamos en comunión con Dios. Y esto
implica:
a) Entrega: Buscar su Presencia para
convivir con Él y no por buscar resultados o beneficios.
b) Renunciar
a “yo”: Tomar
nuestra cruz y seguirlo.
c) Confianza
plena: Seguirlo
a donde quiere que vaya, sin importar las consecuencias.
d) Ser
transparente: Nada
se puede esconder de Dios. Nada. Tus pensamientos, hechos serán reflejados y
necesitarás arrepentimiento.
e) Rendición:
Es
un total estado de dependencia.
Ante todo esto, sólo nos quedará disfrutar de Él.
Procuremos cada día cambiar nuestro lugar dentro del círculo íntimo de Dios y
así poder ganarnos el título de Amigos de Dios.
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