El Salmo 23 es una oda
a la dependencia. A la confianza. A la conexión. En esos 6 versículos con 117
palabras (según la versión de la Traducción en Lenguaje Actual) enuncian la
realidad: Somos dependientes. Necesitamos Su cuidado. Su guía. Su amor. Su
consuelo. Observe:
“Tú, Dios
mío, eres mi pastor;
contigo nada me falta.
Me haces descansar en verdes pastos,
y para calmar mi sed
me llevas a tranquilas aguas.
Me das nuevas fuerzas
y me guías por el mejor camino,
porque así eres tú.
Puedo
cruzar lugares peligrosos
y no tener miedo de nada,
porque tú eres mi pastor
y siempre estás a mi lado;
me guías por el buen camino
y me llenas de confianza.
Aunque se
enojen mis enemigos,
tú me ofreces un banquete
y me llenas de felicidad;
¡me das un trato especial!
Estoy
completamente seguro
de que tu bondad y tu amor
me acompañarán mientras yo viva,
y de que para siempre
viviré donde tú vives.” Salmos 23:1-6
La declaración inicial define la dependencia. Mi pastor. Él es
nuestro dueño. Somos de su propiedad. En ocasiones pensamos lo contrario. Dios
está a nuestra disposición. Hemos contratado a Dios para que se ocupe de
nuestras dificultades, para que nos saque de la crisis, para que nos sane. Se
ha convertido en el servidor No. 1 del hombre en tanto nos de todo lo que
necesitamos y deseamos; si no lo hace, ha cometido una falta que necesita
compensar o de lo contrario Dios perderá el “privilegio” de que lo sigamos. Convertimos
a Dios a nuestro gusto, a nuestra semejanza, donde se debe ajustar a nuestra
manera de vivir y debe estar atento a nuestros llamados.
Sin embargo, al
recorrer la lectura del salmo nos damos cuenta de quién guía a quién:
…me haces descansar…
…me llevas a tranquilas aguas…
…Me das nuevas fuerzas…
…me guías por el mejor camino…
…Puedo cruzar lugares peligrosos… siempre estás a mi lado
…Puedo cruzar lugares peligrosos… siempre estás a mi lado
…me guías por el buen camino…
…me llenas de confianza…
…me llenas de confianza…
…me llenas de felicidad…
No hay peticiones. No hay deseos.
No hay reclamos. Él sabe lo que necesitamos. Él sabe cuando lo necesitamos.
Sabe cómo lo necesitamos. En esta vida a
mil por hora que llevamos donde las facturas se acumulan, las enfermedades
proliferan, las necesidades apremian. Dios ha construido una historia para
moldearnos a su imagen, para que lo conozcamos y no dudemos de su amor. Sin
embargo no nos promete camino sin espinas, sin obstáculos, sin necesidades. Él
promete que estará con nosotros y sacará el máximo provecho de cada
circunstancia que vivamos para moldear nuestro carácter, fortalecer nuestra fe
y que lo reconozcamos como Señor de nuestras vidas.
“Estas
cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción;
pero confiad, yo he vencido al mundo.” Juan 16:33 RVR 1960
En este versículo no se encuentra la palabra dependencia
pero sale a la superficie. Él venció, habrá aflicciones, nos pide confianza.
“Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo
encaminó a bien, para hacer lo que vemos hoy, para mantener en vida a mucho
pueblo.” Génesis 50:20 RVR 1960
Nuevamente no aparece
dependencia en este fragmento pero se observa como José se sujetó de Dios en
los momentos más álgidos de su vida. Todo iba de mal en peor, pero no quitó sus
ojos de que su Señor debía preservarlo; probablemente toda su vida debía ser
esclavo, pero eso jamás lo separó de su Dios. La dependencia genera una
conexión sincera y real que ante la decisión de José de mantenerse fiel, Él le
abrió nuevas oportunidades. La decisión de José de confiar en Dios sin
respuesta de su futuro, sin sueños que aclararán su final, sin profecías que
ayudarán a ver la luz al final del túnel, de conducirse rectamente, trabajar
con determinación, dar lo mejor de sí para agradar a sus dueños fue la
declaración para que Dios hiciera algo en su vida.
Es por ello que el
corazón del adorador debe ser 100% dependiente logrando una conexión absoluta
con su Creador. No esperando recibir lo que nos merecemos por ciertas
situaciones, sino respetando las jerarquías y conociendo que nosotros le
pertenecemos a Él. Nos compró para darnos la oportunidad de vivir con él.
Así que la próxima vez
que adores a Dios recuerda que lo que hagas no es lo importante. Eso no abrirá
ventanas. No lo debes hacer por los beneficios. Simplemente deja que él ocupe
tu vida y haga algo extraordinario. Depende de él, no sólo en lo material. Mira
con tus ojos espirituales y depende de las cosas que realmente valen la pena.
Al final del Salmos
donde la oveja se da cuenta que en su recorrido Dios le dado descanso, refugio,
protección, él hace una declaración sorprendente. Una declaración que debemos
escribir en nuestro corazón, jamás soltarla, determinarla y tomarla en cada
situación límite que vivamos:
Estoy completamente seguro.
No hay duda en estas
palabras. Como un hijo cuando camina de la mano de su padre.
No hay exigencias en
esta frase. Como un matrimonio ante las crisis.
No hay soberbia en
estas 3 palabras. Como un siervo ante su amo.
Seguridad que Dios
tiene un plan perfecto que no puede parecer exitoso a los ojos humanos. Donde
no hay propiedades, riquezas, premios o títulos; pero hay paz y esperanza.
Seguridad que las
tormentas llegarán pero que Dios tiene control de todo. Aunque no haya sentido,
aunque se pierda todo. Depositar nuestra vida en las manos de Dios.
Seguridad que el gozo
no se esfumará. Que tenemos vida eterna. Que viviremos con Él por la eternidad.
Esa es la dependencia. No sé en qué momento de la vida, David escribió este
salmo, pero estoy seguro que no importando que fuera pastor de ovejas,
guerrero, tocador de arpas, fugitivo o rey, su dependencia no menguo. Siendo
real cada palabra que escribió. David siempre se consideró una oveja que cada
situación vivida Jehová se la permitió.
“El
rey David fue a la carpa donde estaba el cofre del pacto, se sentó delante de
Dios, y le dijo: «Mi Dios, ¿cómo puedes darme todo esto si mi familia y yo
valemos tan poco? ¿Y cómo es posible que prometas darme aún más, y que siempre
bendecirás a mis descendientes? Me tratas como si fuera yo alguien muy importante.”
1ª Crónicas 17:16-17
No me extraña que
David se ganara el corazón de Dios. Su humildad. Su servicio. Su conexión lo
llevó a disfrutar de la Presencia de Dios. Dependamos de Dios y nuestra vida
será cada vez parecida a lo planeado. Que mueran nuestros sueños y que viva su
llamado. Entreguemos nuestras coronas, afirmemos nuestros pasos y reconozcamos
que sólo somos ovejas que necesitamos ser guiadas, protegidas y moldeadas a su
imagen y semejanza. Cuando Dios toma su posición de conductor de nuestra vida,
este salmo 23 se hará una realidad en nuestra vida.
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