Los errores se deben convertir en un catalizador para mejorar. Los consejos y correcciones deben impulsarte a tomar las mejores decisiones.
“Si no aprecias la disciplina, te esperan la pobreza y la deshonra; si aceptas que se te corrija, recibirás grandes honores.” Proverbios 13:18 TLA
Un error se convierte en fracaso cuando no se saca una lección de aprendizaje de él. ¿Qué se puede aprender del error? Que no es la forma correcta de hacer las cosas, que estamos destruyendo lo mejor o lo más importante por lograr cosas banales. Los dos primeros reyes de Israel nos pueden ayudar a comprender este axioma. Saúl y David. David y Saúl. Como cualquier persona, cometieron errores, fracasaron pero tomaron caminos diferentes. Podemos verlos a continuación:
Saúl, estaba en guerra con sus enemigos acérrimos: Los filisteos. Sin embargo, antes de entrar en la lucha debía esperar que Samuel, el profeta y sacerdote, realizara el sacrificio a Jehová Dios. 7 días era el plazo, sin embargo, no soportó la presión y él tomó la decisión de realizar la ofrenda a Dios. No debía hacerlo. No era su trabajo. Su acción era nada más esperar. Su acción lo llevó a que Dios apartará su vista de él y que no era el mejor responsable para guiar a su pueblo.
Pasado unos años. Una nueva responsabilidad. Destruir a Amalec. No dejar ningún rastro. Todo, literalmente todo, debería ser raído de la faz de la tierra. Saúl, no recuerda que los planes de Dios son específicos y los resultados deben ser conforme a lo dicho por Él. No se deben adornar. No se deben dejar de hacer. Saúl piensa que podrá cambiar la decisión de Dios sobre la perpetuidad de su reino, escogiendo lo mejor del ganado de ese pueblo. Craso error. Dios prefiere la obediencia a los holocaustos. Eso le manda a decir Dios a Saúl.
No aprendió de su error anterior. Dios le mandó a esperar, Él se precipitó en su actuación. En el segundo caso, Dios le mandó a obedecer, Saúl quiso congraciarse con Dios. Su fin: Dios lo desechó antes de finalizar su reinado y su descendencia pagó las consecuencias. Saúl no se fijó que sus errores eran experiencias, lecciones y aprendizajes que debían tomar para no tropezarse con la misma piedra.
David. Hombre conforme al corazón de Dios, en un solo acto comete tres pecados: Adulterio, mentira y asesinato. Se adueña de lo que no es suyo. Aparta de su camino a todos los que se entrometen en él. Dios saca a luz su pecado, y el rey David, no se cubrió en sus mantos reales, ni en sus bellos salmos compuestos. Ni en las victorias anteriores. Hace todo lo contrario y le descubre su corazón a Dios, pidiendo perdón:
“Esconde tu rostro de mis pecados, y borra todas mis maldades. (Solicitud de perdón)
Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí. (arrepentimiento)
No me eches de delante de ti, y no quites de mí tu santo Espíritu. (Solicitud de misericordia)
Vuélveme el gozo de tu salvación, y espíritu noble me sustente. (Solicitud de amor)
Luego de este error, David tuvo que pagar sus consecuencias. Hasta el último día de su vida, pero jamás volvió a cometer un error de este tipo. Caminó con Dios y continúo su camino por esta vida.
Así que, cada vez que te enfrentes a una corrección, disciplina o fracaso, conviértete en un apasionado buscador de tesoros en ellos y luego, no te volverás a sentir frustrado por lo que te ocurre.
Palabras sazonadas con sabiduría y prudencia
“Las palabras que brindan consuelo son la mejor medicina; las palabras dichas con mala intención son causa de mucha tristeza.” Proverbios 15:4 TLA
“Somos esclavos de lo que decimos y dueño de lo que callamos.” Esta es una frase que resume con claridad, el principio que se quiere establecer en esta reflexión: Cuida tus palabras.
Se puede diseñar un breve decálogo de cómo lograr cuidar nuestras palabras:
1) Si tienes algo que decir, dilo con prudencia. Que tus palabras conlleven a crear una atmósfera de paz y no desarrolles más conflictos.
2) No te excedas a emitir un juicio sin tener toda la información disponible para tomar partido en una conversación.
3) Trata que las demás personas deseen escucharte y no que prefieran que guardes silencio.
4) No avergüences a nadie en público, si tienes algo que decir para que alguien mejore su conducta, hazlo en privado.
5) Usa siempre tus mejores palabras.
6) Que tu ejemplo sea más fuerte que lo que hables.
7) La base para saber hablar es lograr graduarse como buen oyente.
8) No digas algo, siempre ten algo para decir.
9) No dejes que la amargura, el orgullo y el enojo se apoderen de tu lengua. Dirás cosas que deberás pagar por mucho tiempo en cuotas muy pequeñas.
10) Llena tu corazón de lo mejor y tus palabras siempre serán sobresalientes.
“La boca del necio es su ruina, y sus labios una trampa para su alma.” Proverbios 18:7
La ira: Muchas lágrimas, muchas consecuencias, mucho dolor.
“Quien fácilmente se enoja sufrirá las consecuencias; no tiene caso calmarlo, pues se enciende más su enojo.” Proverbios 19:19 TLA
“Si se enojan, no permitan que eso los haga pecar. El enojo no debe durarles todo el día.” Les escribió Pablo a los efesios, aconsejándoles sobre las consecuencias del enojo. En primer lugar, no los llama a refrenar el enojo ni la ira, porque esto también puede ser contraproducente para el ser humano. Pablo les dice que eviten que el enojo los lleve a ser agresivos. Que logren controlar las palabras y que dominen su cuerpo. El enojo siempre nos encamina al enfrentamiento y a los gritos. Se debe trabajar en la templanza, que nos capacita a tener un carácter fuerte y evitar enfrentamientos que pueden salirse del control.
Otro de los consejos del apóstol es evitar que dure mucho tiempo. Si la ira se instala en nuestro corazón da paso a la amargura y a la depresión. Es por ello, que es necesario manejar el enojo y no esconderlo. Los problemas familiares o personales se deben resolver lo más pronto posible, dejando claro que se ha solucionado y no saltando para destruir.
Se debe evitar que la ira se hospede en nuestra vida ya que, posterior a ello, la hostilidad se vuelve recurrente, muchas veces ese enojo nos lleva a desquitarnos con otras personas indirectamente, menospreciamos a otros, en fin, al final nos deja solo porque nadie nos soporta, generando un ciclo irreversible e incontrolable.
La mejor forma de vencer el enojo es enfrentándolo. Esto se retoma, cuando dejamos a un lado la agresividad y potenciamos las soluciones. Cuando dejamos los gritos y utilizamos las palabras correctas. Cuando se crece. Es así como evitaremos las consecuencias del enojo como: un corazón roto, un golpe o una vida llena de raíces de amargura.
“Si no aprecias la disciplina, te esperan la pobreza y la deshonra; si aceptas que se te corrija, recibirás grandes honores.” Proverbios 13:18 TLA
Un error se convierte en fracaso cuando no se saca una lección de aprendizaje de él. ¿Qué se puede aprender del error? Que no es la forma correcta de hacer las cosas, que estamos destruyendo lo mejor o lo más importante por lograr cosas banales. Los dos primeros reyes de Israel nos pueden ayudar a comprender este axioma. Saúl y David. David y Saúl. Como cualquier persona, cometieron errores, fracasaron pero tomaron caminos diferentes. Podemos verlos a continuación:
Saúl, estaba en guerra con sus enemigos acérrimos: Los filisteos. Sin embargo, antes de entrar en la lucha debía esperar que Samuel, el profeta y sacerdote, realizara el sacrificio a Jehová Dios. 7 días era el plazo, sin embargo, no soportó la presión y él tomó la decisión de realizar la ofrenda a Dios. No debía hacerlo. No era su trabajo. Su acción era nada más esperar. Su acción lo llevó a que Dios apartará su vista de él y que no era el mejor responsable para guiar a su pueblo.
Pasado unos años. Una nueva responsabilidad. Destruir a Amalec. No dejar ningún rastro. Todo, literalmente todo, debería ser raído de la faz de la tierra. Saúl, no recuerda que los planes de Dios son específicos y los resultados deben ser conforme a lo dicho por Él. No se deben adornar. No se deben dejar de hacer. Saúl piensa que podrá cambiar la decisión de Dios sobre la perpetuidad de su reino, escogiendo lo mejor del ganado de ese pueblo. Craso error. Dios prefiere la obediencia a los holocaustos. Eso le manda a decir Dios a Saúl.
No aprendió de su error anterior. Dios le mandó a esperar, Él se precipitó en su actuación. En el segundo caso, Dios le mandó a obedecer, Saúl quiso congraciarse con Dios. Su fin: Dios lo desechó antes de finalizar su reinado y su descendencia pagó las consecuencias. Saúl no se fijó que sus errores eran experiencias, lecciones y aprendizajes que debían tomar para no tropezarse con la misma piedra.
David. Hombre conforme al corazón de Dios, en un solo acto comete tres pecados: Adulterio, mentira y asesinato. Se adueña de lo que no es suyo. Aparta de su camino a todos los que se entrometen en él. Dios saca a luz su pecado, y el rey David, no se cubrió en sus mantos reales, ni en sus bellos salmos compuestos. Ni en las victorias anteriores. Hace todo lo contrario y le descubre su corazón a Dios, pidiendo perdón:
“Esconde tu rostro de mis pecados, y borra todas mis maldades. (Solicitud de perdón)
Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí. (arrepentimiento)
No me eches de delante de ti, y no quites de mí tu santo Espíritu. (Solicitud de misericordia)
Vuélveme el gozo de tu salvación, y espíritu noble me sustente. (Solicitud de amor)
Luego de este error, David tuvo que pagar sus consecuencias. Hasta el último día de su vida, pero jamás volvió a cometer un error de este tipo. Caminó con Dios y continúo su camino por esta vida.
Así que, cada vez que te enfrentes a una corrección, disciplina o fracaso, conviértete en un apasionado buscador de tesoros en ellos y luego, no te volverás a sentir frustrado por lo que te ocurre.
Palabras sazonadas con sabiduría y prudencia
“Las palabras que brindan consuelo son la mejor medicina; las palabras dichas con mala intención son causa de mucha tristeza.” Proverbios 15:4 TLA
“Somos esclavos de lo que decimos y dueño de lo que callamos.” Esta es una frase que resume con claridad, el principio que se quiere establecer en esta reflexión: Cuida tus palabras.
Se puede diseñar un breve decálogo de cómo lograr cuidar nuestras palabras:
1) Si tienes algo que decir, dilo con prudencia. Que tus palabras conlleven a crear una atmósfera de paz y no desarrolles más conflictos.
2) No te excedas a emitir un juicio sin tener toda la información disponible para tomar partido en una conversación.
3) Trata que las demás personas deseen escucharte y no que prefieran que guardes silencio.
4) No avergüences a nadie en público, si tienes algo que decir para que alguien mejore su conducta, hazlo en privado.
5) Usa siempre tus mejores palabras.
6) Que tu ejemplo sea más fuerte que lo que hables.
7) La base para saber hablar es lograr graduarse como buen oyente.
8) No digas algo, siempre ten algo para decir.
9) No dejes que la amargura, el orgullo y el enojo se apoderen de tu lengua. Dirás cosas que deberás pagar por mucho tiempo en cuotas muy pequeñas.
10) Llena tu corazón de lo mejor y tus palabras siempre serán sobresalientes.
“La boca del necio es su ruina, y sus labios una trampa para su alma.” Proverbios 18:7
La ira: Muchas lágrimas, muchas consecuencias, mucho dolor.
“Quien fácilmente se enoja sufrirá las consecuencias; no tiene caso calmarlo, pues se enciende más su enojo.” Proverbios 19:19 TLA
“Si se enojan, no permitan que eso los haga pecar. El enojo no debe durarles todo el día.” Les escribió Pablo a los efesios, aconsejándoles sobre las consecuencias del enojo. En primer lugar, no los llama a refrenar el enojo ni la ira, porque esto también puede ser contraproducente para el ser humano. Pablo les dice que eviten que el enojo los lleve a ser agresivos. Que logren controlar las palabras y que dominen su cuerpo. El enojo siempre nos encamina al enfrentamiento y a los gritos. Se debe trabajar en la templanza, que nos capacita a tener un carácter fuerte y evitar enfrentamientos que pueden salirse del control.
Otro de los consejos del apóstol es evitar que dure mucho tiempo. Si la ira se instala en nuestro corazón da paso a la amargura y a la depresión. Es por ello, que es necesario manejar el enojo y no esconderlo. Los problemas familiares o personales se deben resolver lo más pronto posible, dejando claro que se ha solucionado y no saltando para destruir.
Se debe evitar que la ira se hospede en nuestra vida ya que, posterior a ello, la hostilidad se vuelve recurrente, muchas veces ese enojo nos lleva a desquitarnos con otras personas indirectamente, menospreciamos a otros, en fin, al final nos deja solo porque nadie nos soporta, generando un ciclo irreversible e incontrolable.
La mejor forma de vencer el enojo es enfrentándolo. Esto se retoma, cuando dejamos a un lado la agresividad y potenciamos las soluciones. Cuando dejamos los gritos y utilizamos las palabras correctas. Cuando se crece. Es así como evitaremos las consecuencias del enojo como: un corazón roto, un golpe o una vida llena de raíces de amargura.
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