10 Compromisos de Hombres: Perdonar y Pedir Perdón. (No. 7) ¡Para Compartir!!

El compromiso de perdonar y pedir perdón:
Perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos han hecho mal. No nos expongas a la tentación.” Sn. Lucas 11:4

Todos necesitamos perdonar y pedir perdón. Un día, en un periódico, apareció una nota en la que un padre invita a su hijo Pedro a reconciliarse con él. El anuncio decía algo así: “Querido Pedro, estoy muy cercano a morir y quería pedirte perdón. Por mi orgullo en estos últimos años no he compartido tus momentos más felices y tampoco he estado presente cuando has necesitado consuelo. Aunque tarde, me gustaría decirte que te quiero y, sobre todo, que me perdones. 
Te espero este sábado en el parque a las ocho de la mañana. Te quiero mucho. Tu papá”.
¿Te imagina lo que sucedió? El sábado a las ocho de la mañana. Había más de 100 “Pedros” esperando encontrar a su papá.

Cómo hombre debemos ser capaces de enmendar nuestros errores, ordenar lo que hemos desordenado, de tratar de reconciliarnos con aquellos que le hemos mal. El perdón es la medicina que todo corazón necesita para ser sanado y limpiado. Muchos de los hijos tienen un mal comportamiento porque desean que el padre se dé cuenta que ellos existen y necesitan perdonarlos por algún detalle. Es así, que como padres debemos estar atentos y vencer el miedo a acercarnos a nuestros hijos o esposa y pedir perdón por un error. Puede ser un castigo mal aplicado, no entregar el tiempo necesario, infidelidad, entre otras. Esas palabras pueden cambiar la vida de esa persona.

Es probable que su hijo tenga su propia familia, este en el exterior o esté empezando a tomar vuelo. Puede ser un pequeño niño. No importa. Lo importante es enmendar. El perdón nos ayuda a corregir el rumbo que ha llevado a una relación familiar a deteriorarse. El perdón es capaz de tomar algo destruido y reconstruirlo para vuelva a empezar. Las heridas estarán, pero ya no estarán sangrantes. El dolor será cambiado por la sanidad del corazón.

El pedir perdón es de valientes, porque no sólo requiere decirlo, sino que necesita transformarla el comportamiento y las actitudes, lo que lleva mucho tiempo y paciencia, pues es necesario recuperar la confianza de aquella persona a la que le fallamos. Pero esto debe ser el impulso para dedicarse con todo el corazón a que cada día haya un proceso de curación que devuelva la confianza entre ambas partes.

El pedir perdón es un proceso. Empieza con corregir los errores pequeños, enfréntate a esas dificultades, cambia tu manera de ser. Admite tu responsabilidad, acércate a la persona y solicita el perdón y trata de cambiar tu mala acción. Esto hará que el perdón sea más fuerte y duradero.

El pedir perdón debe ser transparente. No ofrezcas disculpas, requiere que la otra persona te perdone y trata de reparar el problema causado. No lo hagas solo por hacerlo, debes ser genuino para que cada día haya una sanidad en ese proceso.

En ocasiones no habrá respuesta de la otra persona, en otras circunstancias no habrá perdón. Sin embargo, lucha por demostrar tu arrepentimiento genuino y rectifica tus acciones. Esto hará darse cuenta a los demás que lo que tú le has pedido es sincero.

Asimismo, debemos ser capaces de perdonar. Jesús nos dio una enseñanza clara sobre el perdón cuando contó la parábola de los dos deudores:

Por esto, sucede con el reino de los cielos como con un rey que quiso hacer cuentas con sus funcionarios. Estaba comenzando a hacerlas cuando le presentaron a uno que le debía muchos millones. Como aquel funcionario no tenía con qué pagar, el rey ordenó que lo vendieran como esclavo, junto con su esposa, sus hijos y todo lo que tenía, para que quedara pagada la deuda. El funcionario se arrodilló delante del rey, y le rogó: “Tenga usted paciencia conmigo y se lo pagaré todo.” Y el rey tuvo compasión de él; así que le perdonó la deuda y lo puso en libertad.

 »Pero al salir, aquel funcionario se encontró con un compañero suyo que le debía una pequeña cantidad. Lo agarró del cuello y comenzó a estrangularlo, diciéndole: “¡Págame lo que me debes!”



El compañero, arrodillándose delante de él, le rogó: “Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo.” Pero el otro no quiso, sino que lo hizo meter en la cárcel hasta que le pagara la deuda. Esto dolió mucho a los otros funcionarios, que fueron a contarle al rey todo lo sucedido. Entonces el rey lo mandó llamar, y le dijo: “¡Malvado! Yo te perdoné toda aquella deuda porque me lo rogaste. Pues tú también debiste tener compasión de tu compañero, del mismo modo que yo tuve compasión de ti.” Y tanto se enojó el rey, que ordenó castigarlo hasta que pagara todo lo que debía.” Sn. Mateo 18:23-35 DHH

Podrían existir muchas enseñanzas de esta historia, pero tomaremos una de ellas. Saber perdonar. Todos tenemos la capacidad de pedir perdón, insistiendo en la misericordia y en la gracia, pero muy pocos somos capaces de ser compasivos con aquellos que nos han hecho algún mal, aquellos que necesitan un poco de comprensión y apoyo para lograr cambiar.



Una de las razones que favorece a esto es nuestro amor propio, llamada también soberbia u orgullo. Ya que podemos pensar: “yo merezco que me perdonen pero nadie se merece mi perdón.”, “La herida que he causado no es tan grave como las que me suceden o me han hecho.”, Sin embargo, esto es una falsedad, el perdonar no tiene escalas ni jerarquías, simplemente es un acto donde somos capaces de ser valientes y darle la mano al que nos traicionó, al esposo o a la esposa infiel, al que nos mintió, logrando salir de la prisión o cueva que nos hemos enclaustrado. Recuperando la vida y no olvidando, pero sí, se logrará recordar sin dolor.



Saber perdonar es dar otra oportunidad sin cláusulas ni restricciones. Decir un “te perdono” sin más, sin menos. Sin más palabras, sin pedir garantías. Es comenzar de cero y ayudarle al ofensor a mejorar sus actitudes cada día. Acompañarlo a salir de la vergüenza y encaminarlo nuevamente a que exista una relación afable, logrando que exista confianza en ser mejores cada día.



Saber perdonar es saber curar la herida. Los seres humanos herimos y nos hieren con una facilidad asombrosa. Desde un sobrenombre hasta un abuso sexual, una broma pesada hasta quitarnos algo preciado, son actos que impactan negativamente a una persona. Por lo tanto, es necesario saber que ungüento aplicar para continuar con el proceso de sanidad. Bernard Meltzer dijo: "Cuando perdonamos no estamos cambiando el pasado, pero sí el futuro", La herida puede ser grande o pequeña a nuestro parecer, pero nosotros debemos decidir cuánto tiempo permanecerá sin tratamiento. El Salmos 147:3 nos dice: “Él (Dios) sana a los que tienen roto el corazón, y les venda las heridas.”



Saber perdonar es un acto de fe. La fe es ver las cosas que no son como si fuesen. En ese sentido, el perdón que damos se sustenta no en las acciones de los demás para darnos a entender que quieren cambiar, simplemente es confiar que las cosas mejorarán. Mira el pasado, no para encerrarse y caminar nuevamente por él, sino lo ve con optimismo de que lo que aprendió de ese momento difícil, le servirá para afrontar el futuro con valentía. José entendió este principio: Ustedes pensaron hacerme mal, pero Dios cambió ese mal en bien para hacer lo que hoy vemos: para salvar la vida de mucha gente.” Génesis 50:20 DHH

Así que, como hombres nos toca perdonar y pedir perdón. Es un acto de coraje en la que despojamos de su poder a la amargura y empoderamos a la reconciliación. Cada vez que nos encontremos en una encrucijada para saber perdonar o pedir perdón, vuelva a ver a la cruz. Allí se consumó el acto más maravilloso de perdón, donde Dios se despojó de todo y tendió el puente para que aquellos que por nuestro deseo nos habíamos apartado de Él, nos dio una oportunidad de acercarnos y despojarnos de la vergüenza, temor y desesperanza y nos quitó nuestros pecados y como dijo el profeta Isaías: “Pero yo, que soy tu Dios, borraré todos tus pecados y no me acordaré más de todas tus rebeldías.” Isaías 43:25 DHH

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