“Conforme a la fe murieron todos éstos sin haber recibido lo
prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando
que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra. Porque los que esto dicen,
claramente dan a entender que buscan una patria; pues si hubiesen estado
pensando en aquella de donde salieron, ciertamente tenían tiempo de volver.
Pero anhelaban una mejor, esto es, celestial; por lo cual Dios no se avergüenza
de llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado una ciudad.” Hebreos
11:13-16 NTV
Una
promesa de Dios. Un cheque post-fechado. Una sorpresa anunciada. Alegría
mezclada con ansiedad. Gozo con impaciencia. Una bebida de paz con un toque de
tensión. Cuando el agradecimiento se convierte en ¿Hasta cuándo?
¿Cómo
actuar en el proceso?, ¿Cómo sonreír en medio de la espera?, ¿Cómo seguir
confiando luego de un par de meses y años? Es Abraham esperando cada mes el anuncio
de su esposa de que tiene un retraso en su período, pues la promesa de Dios es
que su familia sea numerosa. Es Jacob siendo estafado por su suegro por enésima
mes y escribiendo que tiene 14 años de trabajar duro por el amor de su vida, en
espera que la promesa de Dios de estar con él se cumpla. Aunque en la Escritura
no lo mencione, creo que en cada una de estas etapas de la vida, llegaron a
pensar “No sucederá”. Como tú. Como yo. Como esos sueños de grandeza, colocados
en nuestro corazón. La promesa de una familia feliz, que se convierte en una
historia de infidelidad y separación. Un ministerio de gran reputación, que no se
ha dado. El llamado que recibimos, pero en el que no vemos el respaldo.
Uno no
sonríe mientras espera. Reclama. Suspira. Se enfada. Demanda una cita ante Dios
para exponer nuestros argumentos. Hemos hecho lo correcto. Tenemos el caso a
nuestro favor. Hemos esperado con “paciencia” que Dios cumpla su palabra. Sin
embargo, es probable que Dios responda: Aún no. Muchas veces Dios responde en
el momento, calmando la tempestad, para darles tranquilidad a los discípulos.
En otras, se toma su tiempo, como Abraham que pasa 24 años esperando que se
cumpla la promesa. José que pasa 13 años en la cárcel y otros 7 hasta que el
sueño que Dios le entregó se cumpla. Israel pasa 40 años en el desierto para
llegar a la Tierra Prometida y entre la promesa hecha a Abraham de ser
propietarios de esa tierra pasan 430 (si, cuatrocientos treinta años).
Dios
no planea tardarse. De hecho es muy probable que no entienda el significado de
la frase: “llegar tarde”. Sin embargo, no se limita a satisfacer nuestros
deseos, sino a cumplir Su palabra. Es probable que para recibir la promesa
tengamos que pasar por un proceso. Tal vez sea moldear nuestro carácter. Probablemente
sea probar nuestra obediencia. En ocasiones, será medir nuestra paciencia,
nuestra disposición o nuestras intenciones. Esto es un trato entre Dios y el
receptor de la promesa. Sin embargo, es probable que Dios no se sujete a ello.
Simplemente lo que nos recuerda en medio de la espera es que Él es Soberano y
hará su voluntad en el momento justo y a la hora precisa que pasemos la prueba
o que Él tenga en mente cumplirla. Entre estos dos momentos tendremos que
seguir creyendo. Es lo único que nos sostiene entre la felicidad de la promesa,
la ansiedad de la espera y el gozo de recibirla.
Fe.
Confianza. Certeza. Convicción. Convencimiento. Esperanza. 6 sinónimos. La fe
ve lo imposible y sabe que se hará posible. Confianza en qué todo lo que hagamos
no basta, es que Dios tiene el control y sabrá hacerlo para nuestro bien.
Certeza que si Dios lo dijo, no dejará de cumplirlo sea en nuestro momento o
para las nuevas generaciones. Convicción de no desistir. Convencimiento de ver
las cosas que no son como si fuese. Esperanza. Imagino que la palabra esperanza
viene de fusionar dos (Claro, no es así; pero déjenme destruir nuestro bello
lenguaje) Esperar y Templanza. Perseverar con Prudencia. Permanecer firme, no
importa lo que pase. La fe mantiene viva la promesa en nuestro corazón. Esto no
quiere decir que no se cumplirá, sino creemos; pero tardará más.
Eso
hace la fe. La fe hizo que Abraham practicará algunas canciones de cuna para
arrullar al pequeño Isaac en las frías noches de Canaán. La fe hizo a José
arreglar su celda como si trabajara en la oficina oval. Hizo a David sacar el
valor para enfrentar a un gigante curtido en batallas. La fe nos hace sonreír
en la espera. La fe nos hace imaginarnos el momento del cumplimiento. La prueba
pasará. Nos dará valor para arremeter y conquistar. Habitaremos confiado
mientras llega. Nos permitirá ceder el control. Echará la ansiedad. Cambiará
nuestra tristeza, en alabanza. Nos permitirá pasar la antorcha de la promesa a
nuestros hijos, sin transmitirles frustración, ni desesperanza. Nos hará
saludar lo prometido, confiando en Su Fidelidad. La promesa se cumplirá y cuando llegué no
dejes de celebrar; pero mientras esperas no dejes de creer. Él es fiel y como
se escribió en el libro de Josué: “Ni una
sola de todas las buenas promesas que el Señor le
había hecho a la familia de Israel quedó sin cumplirse; todo lo que él había
dicho se hizo realidad.” Josué 21:45 NTV.
0 Comentarios
Manda tus comentarios del blog, puedes escribir tus testimonios, o historias que desees.