“Y quebrantaré la soberbia de vuestro orgullo, y haré
vuestro cielo como hierro, y vuestra tierra como bronce.” Levítico 26:19 TLA
La soberbia salió a pasear. Se vistió de vanidad para ser aplaudida.
Habló de ella con jactancia. Presumió sus éxitos. Excelsa, se atrevió a caminar
y a ver con altanería. No lograba ver sus fallas. No lograba entender su
soledad. Probablemente su perfección era tal que nadie se atrevía a acercarse.
Mientras colocaba sus mejores fotos en cada lugar donde llegaba, procuraba
siempre parecer más lista. Lo publicó. Lo presentó. Lo dio.
Agradece a Dios que otros tengan la oportunidad de estar a su lado.
Bendice a quién la admira. Reta a quien
no la adula. En ese paseo cometió un error. Subió muy alto y aunque sus brazos
eran fuertes, sus pies, que la sostenían eran muy débiles. Sin embargo, no le
importó. Trató de llegar a lo más alto para recibir elogios y alabanzas. Pero
no se dio cuenta que su atractivo era demasiado pesado y sus raíces muy
débiles.
Así que cayó y cayó. El impacto fue doloroso. Su imagen quedó en la
superficie. Nada de integridad. Todo era apariencia. La vanidad se convirtió en
vergüenza. Su altanería en humillación. Los aplausos se transformaron en
burlas. Los elogios en chistes. Sonrojada, abochornada, salió y nunca más se le
volvió a ver. Lo que creía de ella, fue su perdición y lo es para nosotros.
La soberbia. Una de las cargas más pesadas que llevamos como seres
humanos. Todo es apariencia. Cubrir las imperfecciones. Presumir pequeñas cosas
como grandes. Es muy probable que la soberbia tenga un excelente departamento
de marketing pero un olvidado departamento de producción y de cuidado personal.
Si la amargura es un veneno, la soberbia es una droga. El veneno afecta
a muchas partes del cuerpo. La droga, principalmente al cerebro. Excelente
comparación porque la soberbia ataca nuestra mente y se ocupa de tener una
visión distorsionada de la realidad. Nos hace vivir para nuestra entera
satisfacción. Dijo Agustín de Hipona: “La
soberbia no es grandeza sino hinchazón, y lo que está hinchado parece grande,
pero no está sano.”
Se puede
decir, que el orgullo es un exceso. Exceso de Yo. Yo soy.
Yo puedo. Yo hago. Yo Soy Mejor. De tal forma que nos hace perder la perspectiva
de quiénes en realidad somos, tratando de ocultas nuestros defectos, desarrolla
un espíritu criticón, sabio en nuestra opinión, inflando conquistas, que a la
vez nos cierra la vida a servirnos a nosotros mismos. Creyendo que somos
merecedores de todos y nuestros derechos son privilegios que están por encima
de los demás.
Lastimosamente, la semilla del orgullo crece a una velocidad
impresionante. Isaías 14 muestra la caída de un orgulloso. Satanás, con una
responsabilidad grande en los cielos, lo vio como un privilegio, cambió su
perspectiva, desenfocó sus ojos de lo verdaderamente importante y prefirió ver
sus propios atributos. Su fin fue destrucción. Observa:
“Descendió al
Seol tu soberbia, y el sonido de tus arpas; gusanos serán tu cama, y gusanos te
cubrirán. ¡Cómo caíste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana! Cortado fuiste
por tierra, tú que debilitabas a las naciones. Tú que decías en tu corazón:
Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono,
y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del norte; sobre las
alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo. Mas tú derribado
eres hasta el Seol, a los lados del abismo.” Isaías 14:11-14.
Observa bien. Siempre que se habla del orgullo hay caídas, derrumbes,
dolor. El hombre más sabio del mundo antiguo, Salomón dijo:
“El orgullo
acarrea deshonra; la sabiduría está con los humildes.” Proverbios 11:2
“De la boca del necio brota el orgullo;
de los labios del sabio, su protección.” Proverbios 14:3
“Tras el orgullo viene el
fracaso; tras la altanería, la caída.” Proverbios 16:18
¿Cómo saber si el orgullo nos ha invadido?, ¿cómo
saber si nuestra estima es demasiado alta y nos hemos enfermado de yo?
- ¿Te fijas en los errores de otros sin dificultad y siempre sabes cómo arreglar esa conducta?
- ¿Percibes que otros no están a la altura de tus conocimientos, habilidades y destrezas?
- ¿Te gusta tener siempre una buena atención y eres crítico de aquello que te parece que no cumple tus expectativas?
- ¿Te motivan los aplausos, luego de hacer una acción que los merece?
- ¿Te preocupa lo que otros opinan de ti?
- ¿Cuándo te equivocas y te lo observan, casi siempre te pones a la defensiva?
- Cuando quieres que otros hagan algo por ti ¿tiendes a manipularlos?
- ¿Te cuesta pedir perdón o en su defecto, perdonar?
- ¿Crees que eres especial y que nadie puede llenar tus expectativas?
- ¿Siempre te estás comparando con otros y te sientes digno entre los que parecen peores que tú?
Si dos o más de estas preguntas tienen como
respuesta un sí, estamos en grandes aprietos. El orgullo se ha apoderado de
nuestra vida. Es necesario examinar nuestra vida y determinar nuestras áreas de
mejora. Un FODA personal es imprescindible para ello. Todo, a la luz de las
Escrituras. Recuerda que ellas son las instrucciones, el mapa, el espejo y la
luz que permitirá ver nuestras manchas. El salmista escribió: “Tu palabra es una lámpara a mis pies y una luz en mi camino.” Salmos 119:105 DHH y Pablo nos
describe la importancia de hacer un test personal para enfrentarnos a la
realidad de nuestra conducta. “Si, pues, nos examinásemos a nosotros
mismos, no seríamos juzgados” 1ª Corintios 11:31.
Las consecuencias del orgullo son nefastas.
Salomón lo describe así: “El hombre que reprendido endurece la
cerviz, de repente será quebrantado, y no habrá para él
medicina.” Proverbios 29:1 RVR1960. Antes de verlas, solo identifiquemos, las
diferentes máscaras que muestra el orgullo.
a) Celos:
No es agradable ver las victorias de
otros. “Esto hizo que Saúl se enojara mucho. «¿Qué es esto? —dijo—. Le dan
crédito a David por diez miles y a mí solamente por miles. ¡Solo falta que lo
hagan su rey!». Desde ese momento Saúl miró con recelo a David.” 1ª Samuel 18:8-9
NTV
b) Contiendas:
Nadie está a la altura del orgulloso por lo cual siempre hay peleas, ya que
hace sentir mal a otros y se siente satisfecho por lo logrado.
c) Sed de
fama: El éxito no es malo, su lado negativo es cuando en lugar de dejar un
legado, se buscan los elogios y la fama desmedida.
d) Maltrato:
El orgulloso maltrata a los demás, simplemente porque si. No tiene razón para
criticar, molestar, insultar, agraviar y humillar a otros, pero lo hace. Las
lágrimas de los demás son su motivación.
e) Busca
privilegios en lugar de derechos y menos sus obligaciones.
La única forma de librarnos de la soberbia o del
orgullo es cambiando nuestra perspectiva y llenar nuestra vida de humildad. Si
no trabajamos en ello, las consecuencias son la humillación. Dios detesta el
orgullo y la vanidad, porque nos entronizamos y nos entregamos la adoración a
nosotros mismos para que los demás nos sigan. El orgullo nos separa de Dios, no
porque el Señor lo quiera así, sino porque no soporta enfrentar a gente que se
ama más a sí misma. El salmista lo describió de la siguiente forma: “Aunque el Señor es grande, se ocupa de los
humildes, pero se mantiene distante de los orgullosos.”
Salmos 138:8 NTV.
Así que, si estás perdido en el orgullo deja esa
carga. Tira todas las máscaras y no ocultes tus errores y debilidades ante
Dios. No existe peor maleta, ni esclavitud que servirte a ti mismo. Cuando
siempre hay algo que ocultar, siempre hay que ganar, siempre hay que recibir,
eso jamás traerá satisfacción.
¿Cómo vencer el orgullo? Será una batalla diaria,
cruenta y difícil, ya que deberás vencer a tu ego y coronar a Cristo como Señor
de tu vida. Esto es lo que ayudará.
a) Ser
humilde. Toma tu corona y colócala a los pies de Jesús. Eso te ayudará a
entender que lo más importante no está en lo que logres, sino en lo que puedas
hacer por otros. La humildad te llenará de prudencia, amistades y plenitud
porque nunca perderás de vista lo más importante. “No sean egoístas; no traten de impresionar a nadie.
Sean humildes, es decir, considerando a los demás como mejores que ustedes.”
Filipenses 2:3 NTV
Reconocer las limitaciones es victoria contra el orgullo |
b) Mantener
una vida equilibrada. Mantén tus pies en la tierra, no dejes que el liderazgo o
una posición de autoridad te maree, porque habrá probablemente gente a tu
disposición, elogios y recompensas, pero recuerda que todo ello es pasajero. “La gloria, Señor, no es para nosotros; no
es para nosotros sino para tu nombre, por causa de tu amor y tu verdad.” Salmos
115:1 NVI.
c) Crucificar
tu yo. Es la parte más difícil de la vida. Es abdicar al trono y poner tus
derechos y privilegios a un lado y vivir para ser mejor. “Mi
antiguo yo ha sido crucificado con Cristo. Ya no vivo yo, sino que Cristo vive
en mí. Así que vivo en este cuerpo terrenal confiando en el Hijo de Dios, quien
me amó y se entregó a sí mismo por mí.” Gálatas 2:20 NTV
d) Servir
a otros. Ora por otros. Visita un hospital, Apoya a un necesitado. Escucha a
alguien y dale una palabra de aliento. Adopta como coach a un joven que lo
necesite. Brinda tu asiento en el autobús. Cuando ores por otros te convertirás
en intercesor. La vida te dará un giro de 180° y serás fuerte y vencerás. “Pero entre ustedes será
diferente. El que quiera ser líder entre ustedes deberá ser sirviente.” Mateo
20:26 NTV
e) Reconocer
las limitaciones. El orgullo te aleja de las personas. No permite ver tus
falencias y amenazas. Sin embargo, donde hay luz se puede ver. Reconoce que hay
personas más hábiles, mejor preparadas y con grandes habilidades y aprende de
ellas, su sacrificio, sus dones y su actitud, esto te ayudará a comprender que
es lo que necesitas mejorar. “Ponme a prueba, Señor, e
interrógame; examina mis intenciones y mi
corazón.” Salmos 26:2 NTV
f) Aceptar
los errores y pedir perdón. No es malo equivocarse, lo malo es no hacer nada
con ello. Pide perdón y enmienda. Tiende las manos a la reconciliación y trabaja por reconstruir lo que una vez se
derrumbó con el orgullo. “—No siete veces
—respondió Jesús—, sino setenta veces siete.” Mateo 18:22 NTV
g) Siempre
dar gracias por la ayuda. Max Lucado escribió sus Máximas, en su libro Cuando
Dios Susurra tu Nombre, “Tanto como puedas,
agradece. Él ya nos ha dado más de lo que nos merecemos.”, “Sé doblemente
amable con las personas que te traen la comida o estacionan tu automóvil.” Y “Por
la avaricia a menudo me he lamentado. Por la generosidad… nunca.” Fascinante.
Esto te ayudará a derrotar al orgullo.
4 Comentarios
Exelente réflexion muy edificante Gracias PADRE CELESTIAL POR CADA PALABRA ES UNA ESEÑANSA A NUESTRA VIDA TE AMO JESUCRISTO
ResponderEliminarGracias por su comentario. Dios le bendiga.
EliminarEnrriquecedor material, gran parte del daño espiritual que sufrimos las personas, pasa por este tema del orgullo, aún cuando lo ignoren.
ResponderEliminarGracias hno.
Gracias Jorge Aguilera. El orgullo mata lo mejor de nosotros. Dios le bendiga.
EliminarManda tus comentarios del blog, puedes escribir tus testimonios, o historias que desees.