“Y el
que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas. Y
me dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas.” Apocalipsis
21:5 RVR 1960.
Hay recuerdos muy bellos que quisiéramos revivirlos. El nacimiento de
nuestro hijo(a). El campeonato ganado. El premio alcanzado. Los juegos en
familia. La boda. En fin, muchos momentos que se quedan en el corazón y son
vitales para sacarnos sonrisas en los momentos de debilidad. Sin embargo,
muchos recuerdos no son gratos. Han marcado nuestra vida de manera negativa
haciendo estragos en nuestra estima, nuestro propósito y nos han tirado una
carga encima que no nos permite concentrarnos en lo verdaderamente importante.
El pasado. Ese gigante que nos recuerda lo que quisiéramos olvidar. Nos
grita a diario nuestras debilidades. Perpetúa el dolor del abuso emocional,
verbal o físico. Señala nuestros errores del ayer, creyendo que no somos lo
suficientemente merecedores de recibir perdón o que no tenemos la suficiente
fuerza como para darle un giro radical a nuestras vidas. Alza y corona a las
circunstancias como los monarcas que deciden el rumbo y destino de nuestra
vida.
El pasado se convierte en nuestra cárcel personal y privada. Ese lugar
sucio que está adornado de los pecados pasados. Póster de lujuria. Bodegas
llenas de alcoholismo. Drogadicción. Envidia. Odio. Conmiseración. Nos
acostumbramos a vivir en medio de todo. Es muy fácil acostumbrarse a la
suciedad y al desorden. Con el pasado es igual porque cada día es un calvario
de ¿por qués?, de ¡hubiera…!, de lamentos y sollozos. Una cadena perpetua
sentenciada por nosotros mismos. Castigos auto impuestos y pensamientos de
derrota, tales como ¡así soy yo!, ¡no puedo cambiar!, ¡esto me tenía que pasar
a mí!
Entonces sucede que tenemos un pasado que no nos inspira. No nos motiva.
No nos impresiona. Porque creemos que todo es heredado. “De tal palo, tal
astilla” se convierte en un dogma de fe y seguimos el legado de nuestros
antepasados. El divorcio se destila en las páginas de la historia familiar, la
violencia es parte del día a día, la pobreza material y espiritual se va
transmitiendo de generación a generación y creemos que eso es normal, pero no,
no lo es.
Otros creen que no tienen perdón por el mal hecho. Tal vez se
convirtieron en personas que maltratan y creen que no pueden salir de ese
círculo. Otros han robado, asesinado y creen que el futuro que les espera es el
de seguir delinquiendo porque no tienen esperanza. Se mienten de tal forma que
se programan para continuar haciéndolo, creyendo que de todos modos, jamás
nadie los perdonará. Otros se atan a un fracaso pasado y no lo vuelven a
intentar. Otros piensan que un noviazgo no correspondido es el ocaso de su vida
romántica y que están destinados a vivir solos. Nuevamente, el pasado es la
barrera que no nos permite ver la realidad.
¿Se imaginan a Moisés si no hubiera recibido el perdón de Dios, luego de
matar al egipcio? No tendríamos a un prestigioso libertador. ¿Si Pablo se
hubiera avergonzado de su pasado? No alcanzaríamos hoy esta salvación tan
grande y maravillosos escritos que nos conducen a Dios. Todos tenemos un pasado
marcado por nuestras propias acciones o herencias familiares o sociales. Para
muchos es de victoria, para otros es de vergüenza. Sin embargo, lo importante
es que hacemos con ello. Podemos usar el pasado para rectificar y mejorar o
para hundirnos y pasar por esta vida quejándonos de lo que no tuvimos o lo que
no llegamos a tener.
El pasado es nuestra cárcel personal y privada. |
Pablo escribió: “Sabemos que Dios dispone todas
las cosas para el bien de quienes lo aman, a los cuales él ha llamado de
acuerdo con su propósito.” Romanos 8:28 DHH. Observa las palabras claves. Libre
albedrío. Libertad. Decisiones. ¿Qué no están escritas? Presta atención: “Sabemos
que Dios dispone todas las cosas para el bien…” Dios nos deja escoger, nos da
libertad para hacer lo que queramos, nos deja decidir qué hacer con nuestra
vida y él lo que hace es disponerlo para el bien. ¿Disponerlo para el bien? Así
es, Él moldea lo malo y lo convierte en bien. José, hijo de Jacob se dio cuenta
de ello y dijo a sus hermanos: “Ustedes pensaron hacerme mal, pero Dios cambió
ese mal en bien para hacer lo que hoy vemos: para salvar la vida de mucha
gente.” Génesis 50:20 DHH. Casi 35 años después de todo la historia de José, se
dio cuenta que Dios no deja nada al azar. No deja a nadie sin ser utilizado
como una piedra fundamental para hacer su obra en la humanidad.
Entonces ¿qué se puede hacer?
No tenemos la capacidad de cambiar el pasado, pero sí de mejorar el presente y
escribir un nuevo futuro. Ahora bien, ¿Cómo se mejora el presente? Primero es
entendiendo que el amor de Dios es eterno e infinito. Ese amor es capaz de
borrar tu pasado de las memorias de los cielos. Isaías escribió este principio
así: “Yo (Dios), sí, yo solo, borraré tus pecados por amor a mí mismo y nunca volveré a pensar en ellos.” Isaías 43:25 NTV. Así que si
Dios puede olvidar tus errores, pecados o caídas anteriores, ¿por qué sigues
atrapado en las garras de la culpa y el dolor? La única forma de librarte de
ese cautiverio es reconocer tus pecados, arrepentirte genuinamente y colocarlos
en Sus manos para que sea Él quien te sane. David escribió: “Contra ti y solo
contra ti he pecado; he hecho lo que es malo ante tus
ojos.” Salmos 51:4 NTV y “Purifícame de mis pecados, y quedaré limpio; lávame, y quedaré más blanco que la nieve.” Además, pidió lo
siguiente: “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio y
renueva un espíritu fiel dentro de mí.” Esta es la radiografía de un corazón
arrepentido y dispuesto a dejar la cárcel del pasado. Primero, reconocer el
error, luego pedir perdón y arrepentirse con sinceridad y cambiar el rumbo a
través de una transformación interna.
Así saldrás de la cárcel del
pasado que señala nuestra vida anterior. Reiniciar nuestro caminar por esta
vida y ser feliz. Ahora bien, si tu pasado no está lleno de pecado, pero si
lleno de dolor, amargura y odio por lo que sucedió, por esos maltratos, por el
abandono de tus padres, por ese familiar ingrato, por un corazón roto, por un
matrimonio abandonado, por una familia incapaz de dar amor y seguridad, por las
burlas de amigos y de otros niños o jóvenes, es necesario recordar que perdonar
es esencial.
Tal vez la herencia familiar
haya sido asquerosa. Probablemente jugaron con nuestros sentimientos. Solo el
perdón nos libra de recordar con dolor. Posiblemente seguiremos acordándonos de
lo malo, pero podremos hacerlo sin que dañe, sin que duela. Isaías 43:18
expresa: “No os acordéis de las cosas pasadas,
ni traigáis a memoria las cosas antiguas.”
Perdonar y reconciliarnos es una decisión. Esta es la segunda herramienta
para mejorar el presente. Trabajar en el orgullo y la vergüenza ocasionada por
lo que nos hicieron vivir. Esas enfermedades del alma transmitidas que nos han
hecho mucho daño. Dejar que la herida se sane y el único que la puede sanar es
el Señor: “Jehová sana a los quebrantados del
corazón y venda sus heridas.” Salmos 147:3. Dejar que tome el control y que
el veneno de la amargura salga por el poder del perdón, dejar de insistir con
el odio como antídoto para sanar las heridas y utilizar el amor. Eso será la
clave.
Así también, nuestra actitud será fundamental para transformar nuestro
futuro. Si dices: no puedo, no podrás. Si dices: es difícil, será difícil. No
tengas miedo de pedir ayuda. No tengas miedo de auxiliarte de otros. Lo
importante es decidir salir de la trampa y de la cueva, para afrontar nuevos
retos. Esto implica, abrir el corazón para nuevas oportunidades, donde habrá
posibilidades de no ser correspondidos, de ser maltratado, de ser señalado,
pero nos ayudará a no tener miedo y vivir con fe. Max Lucado escribió lo
siguiente: “Alimenta tus miedos y tu fe morirá de hambre. Alimenta tu fe y
morirán tus miedos.”
Así que si tienes un pasado que te señala o vergonzoso, es momento de la
decisión. Puedes vivir siguiendo esas mismas huellas y sufrir o tomar el valor
que Dios nos ha dado: “Pues Dios no nos ha dado un
espíritu de temor y timidez sino de poder, amor y autodisciplina.” 2ª Timoteo
1:7 NTV, para enfrentar la batalla con tu pasado. Te gritará, expondrá tus
debilidades, recordará situaciones escandalosas, expondrá tus fracasos, se
burlará de tus derrotas, pero al enfrentarlo con el amor, el perdón y el
arrepentimiento genuino, tendrás la victoria segura. Así se cumplirá en tu vida
estas bellas palabras del apóstol Pablo: “Esto significa que todo el que pertenece
a Cristo se ha convertido en una persona nueva. La vida antigua ha pasado; ¡una
nueva vida ha comenzado!” 2ª Corintios 5:17. Cuando triunfes sobre el pasado:
¡una nueva vida ha comenzado!
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