1)
Tener un rumbo
claro.
“Saber dónde
vamos es el mayor placer en la vida.”
En esta vida se puede ir a cualquier lugar, pero es
mejor saber dónde se quiere llegar. Esto le da significado a nuestro caminar
por la vida, vence la rutina y conduce a marcar una diferencia, pues se forman
nuevos hábitos que nos llevarán a cumplir con nuestro propósito.
Caminar muchas veces no significa avanzar. Estar
ocupado no necesariamente nos convierte en personas productivas. Tampoco hablo
de esperar a que las cosas sucedan, pero esta idea, plantea la necesidad de
hacer que las cosas ocurran, pero no al azar. Que no se den por casualidad o
“suerte”, sino tener en mente un rumbo claro para que todo esfuerzo, por
pequeño que parezca sea el eslabón de la cadena que nos lleve al lugar donde se
desea alcanzar.
Esto implica un esfuerzo de analizar, ajustar y
readaptar nuestras acciones a que tengan un punto de llegada, con sus
respectivos lugares de descanso y alineamiento de metas. No nos debemos dejar
llevar por estar sumamente ocupados. Debemos ocuparnos de lo necesario, para
alcanzar aquello, lo cual nos hemos fijado.
“Por eso yo corro cada paso con propósito. No solo doy
golpes al aire.” 1ª Corintios 9:26 DHH
2) No busques
atajos. (Convicciones y principios)
“Si vendes tu
principios, ganarás dinero pero perderás tu integridad. Estás a un paso de ser
un animal”
Si buscas atajos para llegar a tu meta, probablemente
llegarás más rápido, pero con menos aprendizajes y muchas veces esas veredas
que acortan el proceso, harán vender al mejor postor, aquello que te da valor,
esto es, los principios y convicciones.
Para evitar caer en la tentación de cambiar
nuestras convicciones es necesario tener un Alto concepto del deber, es decir, valorar mis deberes como
sagrados y que debe destinársele el esfuerzo necesario para terminarlo
correctamente y en el tiempo estipulado. Además, debe asignársele un valor
sagrado a nuestras palabras y acciones para evitar hacer trampa. Esa trampa puede ser desde copiar una tarea hasta
estafar a otros a través de contubernios y detalles que impedirán mantener
nuestras convicciones como dignas de valor.
“Y el pueblo respondió: —Nosotros serviremos al Señor nuestro Dios, y
haremos lo que él nos diga.” Josué 24:24 DHH
3) Trabaja hacia
metas significativas.
“Una meta puede ser un deseo, una meta
significativa es un legado.”
Una meta significativa nos permite tener una idea clara
de la importancia de luchar, de evitar darse por vencido y de incrementar el
esfuerzo ante las limitantes, obstáculos y situaciones complicadas, porque nos
hace ver las cosas como propias y no como algo que cualquiera puede hacer, sino
como un compromiso de alcanzar las situaciones con esfuerzo, ahínco y pasión.
No es necesario colocarse muchas metas, con tres de
ellas, puede existir un cambio en nuestro horizonte, permitiéndonos en ser
eficaces e identificar aquellas limitantes de forma más rápida y tener mayores
probabilidades de éxito ante una situación nueva, así también no permite tomar
las acciones correctivas para retomar el camino hacia los logros que se deseen.
4) Nunca te des
por vencido.
“La perseverancia asusta al miedo.”
Cuando se habla de perseverancia se me vienen a la
mente palabras inquietantes:
Batallar.
Luchar.
Combatir.
Acometer.
Todas ellas llevan implícitas acciones encaminadas
a dar el primer paso, pero también el último. Ellas llevan escritas dolor,
sudor y sacrificio. Dictan valentía y determinación. Presionan a dar lo mejor y
entregarse enteramente. No es fácil perseverar cuando aparece el gigante del
desánimo aparece. Es complicado cuando los expertos aparecen dando su
percepción ponzoñosa llamada crítica. Sin embargo, estas y otras situaciones le
dan vida a la perseverancia.
Es verdad que las situaciones que vivimos muchas
veces nos llenan de temor, pero sólo aquel que lucha con el temor puede vestir
su corazón con la ropa del campeón.
“Y él continuó: «Éste es el mensaje del
Señor para Zorobabel: “No depende del ejército, ni de la fuerza, sino de mi
Espíritu, dice el Señor todopoderoso.” Zacarías 4:6
5) No camines
solo.
“Hacer un equipo es fácil, lo difícil es ser un
equipo.”
Quién diga que ha logrado algo en su vida por sí
mismo es mentiroso. Esto es porque nadie puede hacer algo sin el apoyo y la
compañía de alguien. Lo interesante es saber quiénes nos acompañarán. Esto es
porque un equipo está formado por una sociedad que se arropa y se ajusta a sus
necesidades, donde no hay nombres, sino un nombre. Donde se busca alcanzar lo
mismo, dando lo mejor de todos.
“Pero Rut le contestó:
—¡No me pidas que te deje y que me
separe de ti! Iré a donde tú vayas, y viviré donde tú vivas. Tu pueblo será mi
pueblo, y tu Dios será mi Dios.” Rut 1:16
DHH
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