El peor momento de un desierto es la entrada. Lo más complicado para Israel no fue salir de Egipto, ya que vio los milagros de Dios cada ocasión y en cada momento, pero cuando sus pies tocan el otro lado del Mar Rojo, se inició una batalla entre la necesidad de convivir y amar el pasado y la incertidumbre de lo inexplorado.
Los desiertos nuestros no empiezan como Israel. Son dolorosos y nos quebrantan. Una pelea que se convierte en divorcio. Un despido injustificado. Ser reemplazados. La muerte de una persona amada. Sea lo que sea, el dolor de iniciar el viaje en el desierto es el que nos cambia. En todo el libro de Éxodo se narra las aventuras y desventuras de Israel. Sus travesuras. Su desesperanza. Su necesidad de algo real y no de las promesas. Es imposible entrar a una prueba sin sentirse apesadumbrado, sin esperanza y sobre todo sin motivación. No hay forma que a un hombre con una carta de despido en su mano, se sienta feliz porque lo mejor está por venir, que cosas grandes vienen.
No le pidan a una mujer que acaba de darse cuenta de la infidelidad de su esposo, que se regocije porque Dios tiene el control de todo. En la dura realidad del desierto, reclamas, gritas, te sientes incómodo, rechazas todo porque no era parte de tus planes.
Eso es lo diferente. El desierto no es parte de nuestros planes, pero si está escrito con letras de oro en el libro de Dios para nuestra vida. Él sabe que habrá dolor, lágrimas y desesperanza. Sabe que añoraremos el lugar donde nos sacó porque nos daba seguridad (aunque sufríamos las peores y atorrantes situaciones de vida). Conoce que criticaremos su bendición (porque creemos que merecemos más) y preferiremos sentirnos bien con ajos y cebollas (que aunque dan buen sabor, no son gratos para no tener nada con qué sazonar).
El desierto no es grato. No se le ven beneficios. Es el peor lugar para sentirse pleno. Lo bueno es que es nada más un centro de formación. Un lugar de aprendizaje. Mientras más aprendes, te conviertes en lo que Dios quiere que seas y eso muchas veces está contrapuesto con nuestros planes y eso pone una peor versión del desierto. Mientras más queremos que Dios se ajuste a nuestra medida, más dolorosa y traumática será la experiencia en este lugar.
Así que esta lectura es para aquellos que nuestros pies están llenos de arena, que nuestro rostro esta quemado por el sol, que estamos con la incertidumbre de que no sabemos a dónde vamos, pero sobre todo que no sabemos quiénes somos.
Dios si lo sabe. Eso nos debe dar seguridad. Caminemos confiados que mientras mejor asimilemos nuestro camino, será mejor la obra de Dios en nuestras vidas.
"Él conoce cada uno de mis pasos; puesto a prueba, saldré puro como el oro." Job 19:25
2 Comentarios
Muy interesante y real, los desiertos no son gratos pero tomados de la mano de Dios, El nos saca adelante. Dios lo bendiga gracias por compartir.
ResponderEliminarAsí es. Muchas bendiciones.
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