Te diste por vencido. Después de tanto esfuerzo, sacrificio y pundonor, tus rodillas besaron el áspero suelo del fracaso. No solo viviste la derrota, sino que esta se instaló en tu vida: te grita, te expone y se burla de tus capacidades. Se ha apostado en la puerta de tu casa y disfruta viéndote con el semblante caído, la mirada perdida y el corazón enfermo…
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