Una
Palabra para tu Corazón (Día 22) Mateo 18:3
Siendo como Niños (Parte No. 1).
“y dijo: Les aseguro que
si ustedes no cambian y se vuelven como niños, no entrarán en el reino de los
cielos.” Mateo 18:3
No hay nada más reconfortante que la sonrisa de
un niño, nada más curioso que las preguntas ocurrentes que realizan, pero, si
hay algo que desatacar de los niños, y por lo cual Cristo pidió a sus
discípulos que fueran como ellos, es su confianza e inocencia, por lo cual,
esta reflexión es para identificar las características que debemos tener para
lograr un corazón sincero delante de Dios.
a)
Un niño es
humilde
“Para
ti, la mejor ofrenda es la humildad. Tú, mi Dios, no desprecias a quien
con sinceridad se humilla y se arrepiente.” Salmos 51:17
Un niño no tiene títulos que exhibir, ni dinero
que gastar. Para él el juguete más caro tiene el mismo valor que la caja donde
venía. No tiene prejuicios contra otros, ni desecha por apariencia ¿cuándo
perdimos está característica tan importante? La humildad es algo que Dios ama,
porque es allí donde le dejamos actuar (Salmos 147:6) La humildad nos hace
reconocer que lo que poseemos no es nuestro y que algún día se podrá acabar.
b) Un niño ama a su padre
“¡pues tu amor vale más que la
vida! Con mis
labios te alabaré;” Salmos 63:3
El amor de un niño es sincero e inigualable.
Basta con un abrazo, un beso o una sonrisa para saber que nos está demostrando
su amor. A Dios le encanta que lleguemos a su presencia adorándole con amor, no
por intereses, sino simplemente porque queremos estar cerca de Él. Olvidar
nuestras necesidades y/o peticiones y dejarse envolver por su Presencia,
demostrarle que es nuestro refugio y quién merece nuestras mejores frases de
amor, por lo que Él es para nosotros. Una alabanza no es sólo la canción de
cuatro minutos, es un estilo de vida en la cual podemos enamorar a nuestro Dios
y pasar los mejores momentos.
“Mi vida entera está unida a ti; tu mano
derecha no me suelta.” Salmos 63:8
c)
Un niño
confía en su padre.
“El Señor es mi luz y mi salvación, ¿de quién podré tener miedo? El
Señor defiende mi vida, ¿a quién habré de temer?” Salmos
27:1
Se recuerdan cuando la más grande oscuridad se
convertía en una luz brillante con sólo escuchar la voz de alguno de nuestros
padres, ya que eso nos llenaba de confianza y tranquilidad porque no había nada
malo que podría pasarnos. Ahora podemos imaginarnos ¿Cuánto o más la voz y la presencia de nuestro Padre Celestial?
En un mundo
lleno de tragedias, problemas y crisis, no hay mejor de atravesarlas que
tomados de la mano del Señor. El más grande problema, el mayor temor se debe
entregar a Él, confiar que lo que vivimos es porque Dios quiere moldear nuestro
carácter, fortalecer nuestra confianza y animarnos a creer que Él tiene cuidado
de nuestras vidas, desde el detalle más insignificante hasta lo que parece
imposible de cambiar. “echando toda vuestra
ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros.” 1ª Pedro 5:7
Al igual que los padres, Dios no evita que
pasemos dificultades, pero nos asegura que si depositamos nuestra confianza en
su poder, saldremos de las pruebas, fortalecidos, maduros y motivados a
continuar con una vida siguiéndolo a Él.
“Cuando
pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán.
Cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni la llama arderá en ti.” Isaías
43:2
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