Palabra de Dios para tu Corazón: Lo que el Espíritu Santo Produce en nuestras vidas. Parte No. 4 (Bondad)


El amor no causa daño a nadie. Cuando amamos a los demás, estamos cumpliendo toda la ley.” Romanos 13:10

Cuando hablamos de bondad, no hay mejor ilustración que la de David hacia el hijo de su mejor amigo Jonatán, llamado Mefi-Boset. Más de 12 años han pasado desde que dos amigos se hicieron una promesa: Cuida a mi familia, Sé que Dios te exaltará, pero no olvides a tu amigo. 1ª Samuel 20:12-17.  David no podría dejar de cumplir esa promesa y cuándo fue el momento justo lo hizo. David trató con bondad al nieto del hombre que había querido matarlo desde su juventud, que había destrozado su familia, que lo había hecho llorar, fingir ser loco, lo desterró de su tierra. Sin embargo, David no olvidó la bondad de su amigo y llevó a un muchacho lisiado, sin futuro, sin renombre a su casa y lo trató como su hijo. Un acto de bondad, siempre tiene una recompensa.

Hagamos siempre el bien a otros. No importa quién sea, su edad u otras características. La bondad siempre tiene la característica de cambiar el rumbo de una vida. Ese joven solitario que se sienta solo todos los días. Esa mujer que hemos visto llorar. Ese hombre sentado en el parque. Ese(a) vecino(a) que vemos, pero no sabemos su necesidad. No es necesario ser misionero, ser voluntario de la Cruz Roja, para hacer actos de bondad. No se necesitan cámaras, reflectores ni medios de comunicación. Sólo se necesita un corazón comprometido, un corazón transformado por el Espíritu Santo.

Esto me recuerda una historia muy conocida: Un joven que pagaba sus estudios trabajando de vendedor ambulante, sentía hambre pero no tenía dinero para almorzar. Decidió vencer la vergüenza que le daba mendigar y pedir algo de comer en la próxima puerta que tocase. No obstante, perdió su nervio  cuando una hermosa joven le abrió la puerta. En lugar de pedir comida pidió solo un vaso de agua. 
Ella, sin embargo, se apiadó de él y le trajo un vaso de leche. El se lo tomó tímidamente y preguntó, "¿Cuánto le debo?". - "No me debe nada," respondió ella. "Mi madre nos enseñó a nunca aceptar pago por hacer un favor." "Entonces le agradezco de corazón.", respondió el joven.  Años más tarde aquella joven, ya mayor, se enfermo gravemente. Los doctores locales estaban muy preocupados. Finalmente la enviaron al hospital de una gran ciudad donde practicaba un famoso especialista en aquella enfermedad. La lucha fue larga pero la señora se salvó, gracias al tratamiento del médico. Sin embrago, nació una nueva preocupación para la dama: el precio del tratamiento y de estancia en el hospital. La señora, se acerca al área de pago por servicios en el hospital y pide su cuenta. Ella abrió aquella cuenta con gran temor, pensando que pasaría el resto de sus días pagándola. Finalmente miró y cuál fue su asombro cuando leyó al pie de la lista de enormes cifras: Todo Pagado por completo con un vaso de leche. Dado a un vendedor hambriento
Firmado: Dr. Howard Kelly.

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