“E invocó Jabes al Dios de Israel,
diciendo ¡Oh, sí me dieras bendición, y ensancharas mi territorio, y si tu mano
estuviera conmigo, y me libraras de mal, para que no me dañe! Y le otorgó Dios
lo que pidió.” 1a. Crónicas 4:10
1. Jabes supo a quién acudir. “E invocó Jabes al Dios de
Israel…”
Jabes
probablemente tuvo una vida de necesidades. Desde su nombre: dolor, no había
muchas probabilidades de alcanzar grandes cosas. Sin embargo cambió su rumbo. Cuando alguien en sus mismas
condiciones se sentaría a esperar lo que viene para él (Nada), él cambio su
camino. Se dirigió al único que podía transformar su futuro. Aquel a quién no
le importa el pasado. Y quiere mejor nuestro presente. “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas
viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.” 2ª Corintios 5:17.
Jabes oyó de Dios, pero no quiso tenerlo como algo más en su
vida. Le dio el lugar de honor que Él se merece. Lo puso en sus prioridades,
Invocar, no es sólo llamar. Es solicitar que Dios se quedará con Él para
siempre. “Como el ciervo brama por las
corrientes de las aguas, Así clama por ti, oh Dios, el alma mía.” Salmos 42:1.
2.
Jabes no reclamó, el suplicó: “…si…”
Jabes tenía un corazón humilde. No llegó pidiendo derechos
por ser de una familia importante en Israel. Él era de la tribu de Judá. La
familia que adquirió los derechos de ser príncipe en Israel. “No será quitado el cetro de Judá, Ni el legislador de entre sus pies, Hasta que
venga Siloh; Y a él se congregarán los pueblos.” Génesis 49:10.
No había razón para no reclamar la heredad. Era familia de
príncipes. Sus descendientes serían reyes en Israel. Sería antepasado directo
de David, Salomón, Josías. El mismo Mesías nacería de su línea sanguínea. Pero
Jabes no vio forma de tener poder. Él quería a Dios y suplicó que escuchara su
oración. Cuando la palabra “si” no es una afirmación, es una solicitud. Y Jabes
la hizo y la hizo bien. Clamó y no reclamó. Humilló su rostro y Dios lo exaltó.
“Porque Jehová es excelso, y atiende al
humilde, Mas al altivo mira de lejos.” Salmos 138:8
3. Jabes solicitó el favor de Dios: “…si me dieras bendición…”
La
bendición. Une el poder de la palabra de Dios con sus hechos, Jabes sabía que
sin el favor de Dios, todo lo que alcanzara era como la neblina. Pidió que el
apoyo de Dios fuera tangible en todas las cosas que emprendiera, que diera le
ayudará a finalizar cada meta, sueño y deseo de su corazón.
Esa es la bendición de Dios. Tener su apoyo ilimitado. En todo
momento y lugar. Saber que Dios estará en todo momento dando su guía, iluminado
nuestro camino y enseñándonos a confiar en Él. Abraham alcanzó esa bendición al
tomar una decisión: O-B-E-D-E-C-E-R. “Pero
Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa
de tu padre, a la tierra que te mostraré. Y
haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás
bendición.” Génesis 12:1-2.
El favor de Dios está siempre presente, cuando nosotros
cumplimos las siguientes características
1.
Obediencia.
“Te pondrá Jehová por cabeza, y no por
cola; y estarás encima solamente, y no estarás debajo, si obedecieres los
mandamientos de Jehová tu Dios, que yo te ordeno hoy, para que los guardes y
cumplas,” Deuteronomio 28:13
2.
Confianza. “Confía en Jehová, y haz el bien; Y
habitarás en la tierra, y te apacentarás de la verdad.” Salmos 37:3
3.
Determinación:
“Respondió Rut: No me ruegues que te
deje, y me aparte de ti; porque a dondequiera que tú fueres, iré yo, y
dondequiera que vivieres, viviré. Tu pueblo será mi
pueblo, y tu Dios mi Dios.” Rut 1:16.
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