2. Los Celos:
“Esto
le molestó mucho a Saúl, y muy enojado dijo: —A David le atribuyen la muerte de
diez mil hombres, y a mí únicamente la de mil. ¡Ya sólo falta que lo hagan rey! A partir de
entonces, Saúl miraba a David con recelo.” 1ª Samuel 18:8-9 DHH
La
ruina del líder viene cuando los celos toman control de sus pensamientos. En
lugar de apoyar el crecimiento y desarrollo de sus sucesores para que continúen
con la meta a largo plazo, los observa como probables rivales que quieren
quitarle su puesto. Mira con desconfianza todo buen proyecto, meta que se
quiere realizar porque se considera que es el único capaz de hacer las cosas
bien.
Saúl,
desde la aparición de David, vivió sus últimos años de reinado luchando con el
enemigo que creó su celo. Lo atacó, lo buscó, trato de eliminarlo, acabó con
sus energías, perdió su reino por falta de enfoque. Los celos hacen esto. Llevan
a tomar la vía del desgaste y nunca logra su cometido porque se frusta en su lucha.
El
líder debe cuidar su corazón de los celos. Si alguien de nuestro equipo de
trabajo está logrando éxitos, tiene la gracia de las personas, nos aventaja en
habilidades y conocimientos debe apoyarse en su crecimiento. Debe brindar un
apoyo continuo que genere estabilidad.
Recordemos que una organización mejor
preparada, con excelentes elementos es capaz de alcanzar grandes éxitos y esto
sólo se logra evitando caer en la tentación de amar el puesto alcanzado, porque
al final siempre habrá alguien mejor y el liderazgo no está en el lugar que se encuentre ubicado en una estructura organizacional, sino consiste en la capacidad de influenciar en la vida de otros a que colaboren al logro de la misión y visión del ministerio u organización.
¿Cómo
saber si el celo ministerial o profesional nos está minando el corazón?
1.
Cuando vemos con malicia los éxitos de otros.
2.
Cuando todo lo que otros hacen se ve negativamente.
3.
Tiene temor a ser opacado por miembros de su staff.
4.
Se siembra favoritismo entre un sector de su equipo de trabajo para invalidar
las acciones de las personas que van crecimiento profesional o ministerialmente
con fuerza.
5.
Se desarrolla amargura y envidia inevitable.
6.
Se crítica hasta el hartazgo.
7.
Busca la manera de empequeñecer a otros.
Ahora
es necesario sanar nuestro corazón y la mejor forma de hacerlo es siguiendo los
pasos que a continuación se detallan:
1.
Recordar que un puesto cambia de dueño, el liderazgo no es así, permanece
porque es un estilo de vida.
2.
Ser un multiplicador de nuevos líderes. Así se quitarán los deseos de ver que
otros no crezcan y se desarrollan nuevos liderazgos fuertes que continúen el
trabajo.
3.
Rodearse de gente altamente capaz que tenga un corazón enfocado en el equipo y
no en la individualidad.
4.
Celebrar los triunfos logrados por el staff como propios.
5.
Eliminar el temor al derrocamiento. Fomentar un clima de confianza y equidad.
Esto
hará la diferencia en el líder. No se sentirá dañado por los celos, que lo
único que hacen es destruir el plan de Dios para nuestra vida, ministerio o
emprendimiento.
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