En
la Escuela Dominical, hay una alabanza referente a las cualidades o similitudes
de la Palabra de Dios con objetos de la
vida cotidiana, está decía, más o menos así:
“La Biblia es
cual martillo,
Que la roca
parte en dos,
Es lámpara que
alumbra como faro en la tempestad
Espada
de dos
filos,
Espejo
fiel para vernos,
//Bendito Libro
de los libros,
Que es más dulce
que la miel//
Y
la similitud con el espejo se ajusta directamente a esta utilidad de las
Escrituras. Con una gran diferencia que las leyes de nuestros países, nos
determinan las cosas que son correctas o incorrectas con una pena de multa o
cárcel, la Biblia muestra aquello que falla en nuestro proceder en la vida,
pero también, nos convence de nuestra vida necesita un cambio radical.
Así
como, al vernos al espejo podemos ver si nos encontramos despeinados, sucios,
mal arreglados, botones mal colocados, ropa correcta, algún grano o barro en
nuestro rostro, Dios nos ha dejado su palabra para que comparemos nuestras
acciones con sus estándares. Estándares de santidad absoluta. Inapelables.
Irrevocables. Sin cambios de opinión basados en “la evolución de las sociedades”. Lo que era pecado hace 2000 años,
lo sigue siendo hoy.
No
podemos tapar nuestros pecados con buenas obras. La Biblia, ese espejo fiel
habla sobre nuestro buen comportamiento de la siguiente manera:
“Aun nuestras mejores obras son como un trapo
sucio; hemos
caído como hojas secas, y nuestros pecados nos arrastran como el viento.”
Isaías 64:6
Es decir, que nuestros estándares de pureza,
santidad y buen comportamiento no sirven frente a Dios. Y eso nos hace ver la
Biblia. Hace ver que aunque el hombre luche por ser bueno, por si mismo, no
puede alcanzar la salvación. No tiene la ética suficiente. No cuenta con los
valores suficientes como para sorprender a Dios. No hay aplausos del cielo para
el hombre por su caridad.
¿Por qué? Porque el hombre no puede ser lo suficientemente
bueno. “Botamos con los pies, lo construido
por las manos.” Dar de comer a los pobres, es destruido por nuestros malos
pensamientos. Ayunar por 40 días, puede ser opacado por un enojo, una calumnia.
Conocer la Biblia y saber muchos versículos de memoria, no puede eliminar, una “ojeada”
a una página web para adultos.
No podemos cubrir lo que Dios pide. Es por eso
que necesitamos a Cristo. La Biblia nos muestra que sólo Él es capaz de darnos
la entrada directa. Es Él único que nos puede dar el “empujoncito” para cubrir
las demandas de santidad que Dios le pide al hombre.
Es por ello, que Su Palabra nos inspira a
cambiar. Cambiar nuestros hábitos. Escarba lo más profundo. Remueve hasta el
más íntimo pensamiento. Nos hace ver que tan malos podemos llegar a ser y que
poco buenos somos. Como dice Hebreos 4:12:
“Porque
la palabra de Dios tiene vida y poder. Es más cortante que cualquier espada de
dos filos, y penetra hasta lo más profundo del alma y del espíritu, hasta lo
más íntimo de la persona; y somete a juicio los pensamientos y las intenciones
del corazón.” DHH
Nos desenmascara. Nos desnuda. Nos sensibiliza.
Pesa nuestros pensamientos y los halla faltos. Mide nuestras acciones e
intenciones y nos permite ver claramente lo que somos. No solo llega a nuestra
mente, viaja al alma y al espíritu. Nos grita: ¡Debes mejorar!, ¡necesitas
cambiar!, ¡Eso no está bien!.
Y a la vez, que nos dice que estamos mal, nos
marca el camino de regreso a la santidad. Es la luz en el camino. Es nuestra
esperanza que haya perdón de TODOS absolutamente TODOS nuestros pecados. Sean
grandes o pequeños. Sean negros o grises. Nos indica que Cristo es quién nos
perdona.
Es por ello que ocupa estas palabras: Convence de
pecado, reprueba nuestro mal proceder, amonesta nuestros malos hábitos y además,
presenta las pruebas sin ambages. Pero a
la vez, nos da el mapa para volver a lo recto. Volver a Jesús. Dándonos la
oportunidad de cambiar nuestros vestidos sucios y mal olientes que nos
merecemos, por ropa blanca y limpia que nos proporciona Cristo, para que al
vernos al espejo podamos sentirnos preparados para nuestro encuentro con el Creador.
Así que, cada vez que abras este Libro no te
pierdas la oportunidad de observar tus debilidades, convencerte de tus errores
y pecados, buscar el perdón y tener la esperanza de ser salvos. Llega con un corazón
receptivo y dile a Dios:
“Dios mío, enséñame a cumplir tus mandamientos,
pues obedecerlos me hace feliz;
¡los cumpliré toda mi vida!
Aclara mi entendimiento,
y los seguiré de todo corazón.”
Salmos 119:33-35 TLA
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