El amor se puede dividir en misericordia, bondad y verdad.
En esta segunda parte se verificará la bondad y la verdad.
"No ha hecho con nosotros conforme a nuestras iniquidades, Ni nos ha pagado conforme a nuestros pecados." Salmos 103:10
Bondad. Cada vez que leo está palabra en la Biblia
encuentro una oportunidad de perdón, reconciliación y de nuevas oportunidades.
Cuando el amor desea ensanchar sus fronteras se convierte en bondad. Dios
tomando de una pequeña familia a Gedeón y lo convierte en juez de su pueblo.
Saúl asumiendo el primer reinado de Israel siendo un desconocido. No busca un
privilegio simplemente les da valor y los reviste para que ocupen preeminencia
dentro de su pueblo.
Mientras la misericordia, nos hace ver hacia arriba.
Su bondad no hace diferencia, hay una relación horizontal, nos hace sentirnos
como en casa. Como en la historia del hijo pródigo, la misericordia del padre
dejo que regresará y le dio su perdón, pero la bondad del padre hizo que le
devolviera el lugar que había rechazado, vestirlo y darle el anillo de
heredero. No hubo cambios de parecer, simplemente le devolvió su estatus y lo
condujo a casa. Es decir, Dios a pesar
de su posición elevada, quiere ayudarnos para salir de nuestro estado de
infelicidad, tragedia y dolor, pero no nos hace sentir inferiores, sino
revaloriza al ser humano y es capaz de hacernos herederos por sus méritos y no
por los nuestros. Somos siervos, pero nos da el título de hijos. Somos
pecadores, pero nos santifica.
“levantándose,
vino a su padre. Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a
misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó. (misericordia)
Y el hijo le
dijo: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser
llamado tu hijo.
Pero el padre
dijo a sus siervos: Sacad el mejor vestido, y vestidle; y poned un anillo en
su mano, y calzado en sus pies.” (Bondad) Sn. Lucas 15:20-22 RVR1960
Esa es la bondad y lo más maravilloso es que es
eterna e ilimitada. Nada de lo que hagas cambiará su amor. Nada de lo que
suceda destruirá la relación. Esa es la bondad.
La otra particular característica del amor de Dios:
Verdad. Esa capacidad de decir las cosas como son, de afirmar cada una de sus
promesas, de cumplir cada una de sus palabras. Nada de lo que Él ha dicho ha
sido falso. Ha hecho lo correcto y no terminará su obra, hasta que haya
completado sus promesas.
Es por ello que el corazón de un adorador debe
identificar estas tres grandes virtudes de Dios y alabarlo por ello. Su
misericordia, que nos da una segunda oportunidad que no nos merecíamos. Su
bondad, que nos permite recibir sus promesas, su ayuda y su consuelo en todo momento
y situación de la vida. Su verdad, que nos permite depositar toda nuestra
confianza en que cumplirá su Palabra y que no nos dejará solos y que su mano
nos sostendrá en cada momento.
Esas tres cualidades describen el amor de Dios. Así
que cada vez que adores a Dios con tus alabanzas, con tu trabajo, con tu
testimonio, con el trabajo, con tus pensamientos, recuerda que tu adoración es
por el amor que tiene, ha tenido y tendrá por ti. No importan las
circunstancias. Son solo eso. Lo que
importa es que cada día lo reconozcas como tu Dios y le des el lugar que merece
en tu vida.
Cada vez que no tengas motivo para adorar. Sea que
pases por un desierto espiritual, un problema o algo que te “quite” los deseos
de adorar, piensa en su amor, piensa en que tomó tu lugar, que te dio un nombre
y nuevos vestidos, te prometió que tendría cuidado y que te sacará adelante.
Que no eres capaz de nada sin Él, entonces tu boca se volverá a llenar de
alabanza y tu vida será una ofrenda de adoración real y oportuna, que logrará
estar siempre delante de Su Presencia.
Es un hecho, que la adoración le pertenece a él. Así
que cambia tu actitud, disfruta cada momento donde puedas demostrarle su amor,
no finjas, deja que te examine, entra con gratitud delante de Él. Demuestra que
confías, que lo adoras no por las circunstancia, sino por lo que es para ti.
Rinde tus derechos, entrega tus éxitos, camina confiadamente y así tu corazón
será el de un adorador.
No te levantes cada día sin esta actitud. No te
acuestes sin ser agradecido. No te alejes de su Presencia por nada ni nadir del
mundo. La invitación está hecha. Canta alegre a Dios. Convierte tu cuerpo en
ese lugar de encuentro donde ambos disfruten de una comunión perfecta. Que cada
día tú puedas exclamar lo que dijo Moisés en el desierto antes de iniciar el
proceso de entrar a la Tierra Prometida:
“Y Moisés respondió: Si tu presencia no ha de ir conmigo, no nos saques de aquí.” Éxodo 33:15
Ese
es el resultado de convertirse en un adorador. Depende de Dios. Sus fuerzas no
son suficientes como para lograr triunfos. Así que es momento de adorar a Dios.
Hoy, mañana y siempre.
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