10 Consejos para Una Vida Mejor: Aprende a Perdonar (Parte Final) Para Compartir



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Aprende a Perdonar (2a Parte)

Al traspasar la sed de venganza y sentir que no hemos logrado sentir paz, nuestra ruta nos lleva al rencor, que es el último eslabón para llegar al odio. Cuando se habla del rencor, se puede decir que es el resentimiento que persiste en el tiempo, cuando la semilla ha germinado convirtiéndose en amargura y está a punto de dar su fruto, el cual es, el odio. Cuando no es cortado a tiempo, toma el control de las emociones, los sentimientos y la razón. En este punto ya nadie nos daña, somos nosotros mismos los encargados de abrir más heridas, echar más vinagre y sal a las mismas y tratar de que alguien se haga responsable de sanarlas.


Dios entregó este hermoso mandamiento a su pueblo: No te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo Jehová.” Levíticos 19:18 RVR 1960 Si somos observadores, la palabra usada en el texto sagrado es guardar. Es llevarla, andarla, vivir con ella, dormir con ella.


Es tenerla en un lugar especial y sacarla cada vez que necesitemos recordar con dolor y hacernos sufrir. No. Debemos de sacarla de nuestra vida y llevarla a los pies de Cristo para que nos ayude a entregar el perdón sea que nos lo den o que lo reciban. Hay una anécdota que nos describe lo que sucede cuando guardamos el rencor: En un monasterio, un maestro convocó a todos los aprendices a una reunión en el área de la cocina. A medida que fueron llegando los jóvenes, el maestro les fue entregando a cada uno un saco de lona desteñida. Cuando todos se colocaron alrededor de la mesa central el monje les dijo:

- Todos guardamos en nuestro corazón diversos rencores contra familiares, amigos, vecinos, conocidos, desconocidos y a veces hasta contra nosotros mismos. Busquen en el fondo de sus corazones todas las ocasiones en las cuales ustedes han dejado de perdonar alguna ofensa, algún agravio o cualquier acción que les haya producido dolor. Entonces tomen una de estas papas, escriban sobre ella el nombre de la persona involucrada y colóquenla en el saco que les di. Repitan esta acción hasta que ya no encuentren más casos en su memoria.

Acatando las instrucciones, todos fueron llenando poco a poco sus respectivos sacos. Al terminar el monje agregó:

- Ahora deberán cargar el saco que llenaron durante todo el día a lo largo de dos semanas, sin importar dónde vayan o qué tengan que hacer.

Pasados quince días, el sabio volvió a reunir a los aprendices y les preguntó
- ¿Cómo se han sentido? ¿Qué les ha parecido esta experiencia?

- Es una carga realmente pesada, tal vez excesiva. – Respondió uno – Estoy cansado y me duele la espalda.
- No es tanto el peso, sino el olor nauseabundo que empiezan a emitir la papas que ya están podridas – replicó otro.

- Cuanto más pensaba en las papas, más me pesaban y más sentía ese desagradable olor – dijo un tercero.
A lo que el maestro contestó:

- Pues bien, eso mismo es lo que pasa en nuestros corazones y en nuestro espíritu cuando en lugar de perdonar guardamos rencor. Al no perdonar a quién nos hirió, creemos que le estamos haciendo daño, pero en realidad nos perjudicamos a nosotros mismos. No sabemos si al otro le importa o no recibir nuestro perdón, pero lo que si es cierto es que el rencor que vamos acumulando a través del tiempo afecta nuestra autoestima, nuestra capacidad de vivir a plenitud, de amar, de ser felices y de desarrollarnos emocional y espiritualmente. El rencor se convierte en una fuerte y desagradable carga que lamentablemente se va haciendo más pesada cada vez que pensamos en lo ocurrido. El rencor va secando nuestro corazón. Aprendamos a perdonar al otro aún si no se ha disculpado, aún si no se lo merece. No sabemos si ese perdón será de utilidad para el otro, lo importante es que con toda seguridad nos fortalecerá a nosotros mismos.”


Si deseamos dar un giro a nuestra vida, es necesario perdonar, que es un acto personal que nos llevará nuevamente a nuestro punto de partida. La vida no mejora mientras sigamos pensando en el pasado. Muchos vivimos presos del rencor, otros ya pasaron al nivel de la desconfianza, otros atravesaron la frontera de la sed de venganza y llegaron al rencor y la amargura, para darse cuenta que están a la orilla del desfiladero, que tiene su final en el odio. Esto lleva tiempo, pero muchas veces no nos damos cuenta que necesitamos regresar, tomar las acciones correspondientes y saber los beneficios del perdón:


1.    Libera la carga pesada del resentimiento:

“Mientras me negué a confesar mi pecado, mi cuerpo se consumió, y gemía todo el día. Día y noche tu mano de disciplina pesaba sobre mí; mi fuerza se evaporó como agua al calor del verano.” Salmos 32:3-4 NTV

El perdón es capaz de desatar los lazos que nos sujetan a las ofensas pasadas, lo que nos permite que dichas cargas bajen de nuestra espalda y nos permita avanzar más livianos por la vida. No nos debemos victimizar, ni llevar cargas innecesarias que destruirán nuestra paz y nuestras relaciones familiares y amistades. Ante cualquier ofensa realizada o recibida, toma la iniciativa de reparar la situación, con lo cual iniciarás un nuevo proceso en el que evitarás que la semilla del resentimiento germine en el corazón.


2.    Es el ungüento que inicia el proceso de cicatrización de las heridas del alma.

“Pero no se inquieten ni se enojen con ustedes mismos por haberme vendido. Fue Dios quien me envió a este lugar antes que ustedes, a fin de preservarles la vida.” Génesis 45:5 NTV

El perdón no inicia en el acto de acercarse a la otra persona y expresarle lo que sentimos. El perdón inicia mucho antes. Inicia cuando dejamos de vernos la herida sangrar y ponemos manos a la obra para que comenzar el proceso de cicatrización para que renovemos la confianza y nuestra estima se sobreponga a cualquier adversidad.

Es un acto personal, que nos permitirá tomar la decisión de acercarnos a nuestro ofensor o al ofendido y con toda sinceridad, expresarle lo que nuestro corazón siente. No se desmorona cuando no recibimos las palabras esperadas, sino todo lo contrario, se satisface que ha logrado una libertad que permitirá ver el pasado como una nueva experiencia que contribuirá a mejorar su vida.


3.    Elimina la desconfianza y evita los prejuicios.

“El amor nunca se da por vencido, jamás pierde la fe, siempre tiene esperanzas y se mantiene firme en toda circunstancia.” 1ª Corintios 13:7 NTV

Cuando logramos perdonar destruimos los muros de la susceptibilidad que no nos permite entablar lazos fuertes con las demás personas. No está esperando que se equivoquen para advertir con un ¡te lo dije!, sino que jamás se da por vencido y siempre brinda el beneficio de la duda y ante cualquier situación busca la mejor forma de aclarar las cosas para evitar que alguien salga herido. El perdón nos faculta a tener el carácter suficiente para confiar en los demás, no siendo esclavos de la circunstancia.


4.    Apacigua la sed de venganza.

“Pero comenzó a remorderle la conciencia por haber cortado el manto de Saúl. El SEÑOR sabe que no debería haberle hecho esto a mi señor y rey —dijo a sus hombres—. Que el SEÑOR me libre de hacerle tal cosa a mi señor el rey y atacar al ungido del SEÑOR, porque el SEÑOR mismo lo ha elegido.” 1º Samuel 24:5-6 NTV

La venganza busca justicia en el dolor de otros. El perdón brinda misericordia a quien lo necesita. Es por ello, que nunca busques justicia por tus propios medios, tratando de que tu herida sea similar a la de tu ofensor. Retrocede en la batalla, porque al final el desastre está asegurado. El dar y recibir perdón contribuirá a tener una conciencia tranquila que a pesar de lo que sucedió, no está en mis manos castigar a los demás y que si perdonamos y mostramos misericordia habrá una gran felicidad.

5.    Abre las puertas de la reconciliación.

“Luego José besó a cada uno de sus hermanos y lloró sobre ellos, y después comenzaron a hablar libremente con él.” Génesis 45:15 NTV

El perdón es la llave que permite restablecer relaciones que estaban al borde del abismo llamado odio y nos coloca frente a la otra persona y nos permite continuar caminando al lado de ella. Eso es la reconciliación.  Lo cual, me recuerda una bonita historia que nos permite entender su importancia: Una leyenda árabe que dos amigos viajaban por el desierto y en un determinado punto del viaje discutieron, y uno le dio una bofetada al otro. El otro, ofendido, sin nada que decir, escribió en la arena: “Hoy, mi mejor amigo me pegó una bofetada en el rostro”.


Siguieron adelante, uno delante del otro, pues había una ofensa por medio y el ofendido, llegó a un oasis donde resolvió bañarse. El que había sido abofeteado comenzó a ahogarse, y su amigo, que se había quedado a la distancia, se lanza al agua, salvándole la vida. Al recuperarse, tomó un estilete y esculpió en una piedra: “Hoy, mi mejor amigo me salvó la vida”. Intrigado, el amigo preguntó: “¿Por qué después que te pegué escribiste en la arena y ahora en cambio escribes en una piedra?”. Sonriendo, el otro respondió: “Cuando un amigo nos ofende, debemos escribir en la arena, donde el viento del olvido y el perdón se encargarán de borrarlo y apagarlo. Pero cuando nos ayuda, debemos grabarlo en la piedra de la memoria del corazón, donde ningún viento podrá borrarlo”. Eso es la reconciliación. Es quitar todas las ofensas por medio y empezar de nuevo con nuevas oportunidad de cambiar el entorno.


El perdón no es un proceso fácil, sin embargo, es necesario. Si deseas ser feliz, aprende cada día a perdonar, tomar la iniciativa y emprender un viaje de ida hacia el fascinante mundo de la compasión. Esto será de gran importancia para cambiar el rumbo de nuestra vida y evitar la ruta crítica de la falta de perdón que nos puede destruir física y espiritualmente. No hay mejor cosa en la vida que aprender a perdonar.

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