Para leer la primera parte de este post, da clic aquí
Al
traspasar la sed de venganza y sentir que no hemos logrado sentir paz, nuestra
ruta nos lleva al rencor, que es el último eslabón para llegar al odio. Cuando
se habla del rencor, se puede decir que es el resentimiento que persiste en el
tiempo, cuando la semilla ha germinado convirtiéndose en amargura y está a
punto de dar su fruto, el cual es, el odio. Cuando no es cortado a tiempo, toma
el control de las emociones, los sentimientos y la razón. En este punto ya
nadie nos daña, somos nosotros mismos los encargados de abrir más heridas,
echar más vinagre y sal a las mismas y tratar de que alguien se haga
responsable de sanarlas.
Dios
entregó este hermoso mandamiento a su pueblo: “No te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu
pueblo, sino amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo Jehová.” Levíticos 19:18 RVR 1960 Si somos observadores, la palabra usada en el texto
sagrado es guardar. Es llevarla, andarla, vivir con ella, dormir con ella.
Es tenerla en un lugar especial y sacarla cada vez que necesitemos
recordar con dolor y hacernos sufrir. No. Debemos de sacarla de nuestra vida y
llevarla a los pies de Cristo para que nos ayude a entregar el perdón sea que
nos lo den o que lo reciban. Hay una anécdota que nos describe lo que sucede
cuando guardamos el rencor: “En un monasterio, un maestro convocó a todos los aprendices a
una reunión en el área de la cocina. A medida que fueron llegando los jóvenes,
el maestro les fue entregando a cada uno un saco de lona desteñida. Cuando todos
se colocaron alrededor de la mesa central el monje les dijo:
- Todos guardamos en
nuestro corazón diversos rencores contra familiares, amigos, vecinos,
conocidos, desconocidos y a veces hasta contra nosotros mismos. Busquen en el
fondo de sus corazones todas las ocasiones en las cuales ustedes han dejado de
perdonar alguna ofensa, algún agravio o cualquier acción que les haya producido
dolor. Entonces tomen una de estas papas, escriban sobre ella el nombre de la
persona involucrada y colóquenla en el saco que les di. Repitan esta acción
hasta que ya no encuentren más casos en su memoria.
Acatando las instrucciones, todos fueron llenando poco a poco sus respectivos
sacos. Al terminar el monje agregó:
- Ahora deberán cargar el
saco que llenaron durante todo el día a lo largo de dos semanas, sin importar
dónde vayan o qué tengan que hacer.
Pasados quince días, el
sabio volvió a reunir a los aprendices y les preguntó
- ¿Cómo se han sentido? ¿Qué les ha parecido esta experiencia?
- ¿Cómo se han sentido? ¿Qué les ha parecido esta experiencia?
- Es una carga realmente
pesada, tal vez excesiva. – Respondió uno – Estoy cansado y me duele la
espalda.
- No es tanto el peso, sino el olor nauseabundo que empiezan a emitir la papas que ya están podridas – replicó otro.
- No es tanto el peso, sino el olor nauseabundo que empiezan a emitir la papas que ya están podridas – replicó otro.
- Cuanto más pensaba en las
papas, más me pesaban y más sentía ese desagradable olor – dijo un tercero.
A lo que el maestro contestó:
A lo que el maestro contestó:
- Pues bien, eso mismo es lo que pasa en nuestros corazones y en nuestro
espíritu cuando en lugar de perdonar guardamos rencor. Al no perdonar a quién
nos hirió, creemos que le estamos haciendo daño, pero en realidad nos
perjudicamos a nosotros mismos. No sabemos si al otro le importa o no recibir
nuestro perdón, pero lo que si es cierto es que el rencor que vamos acumulando
a través del tiempo afecta nuestra autoestima, nuestra capacidad de vivir a
plenitud, de amar, de ser felices y de desarrollarnos emocional y
espiritualmente. El rencor se convierte en una fuerte y desagradable carga que
lamentablemente se va haciendo más pesada cada vez que pensamos en lo ocurrido.
El rencor va secando nuestro corazón. Aprendamos a perdonar al otro aún si no
se ha disculpado, aún si no se lo merece. No sabemos si ese perdón será de
utilidad para el otro, lo importante es que con toda seguridad nos fortalecerá
a nosotros mismos.”
Si deseamos dar un giro a nuestra vida, es necesario perdonar,
que es un acto personal que nos llevará nuevamente a nuestro punto de partida.
La vida no mejora mientras sigamos pensando en el pasado. Muchos vivimos presos
del rencor, otros ya pasaron al nivel de la desconfianza, otros atravesaron la
frontera de la sed de venganza y llegaron al rencor y la amargura, para darse
cuenta que están a la orilla del desfiladero, que tiene su final en el odio.
Esto lleva tiempo, pero muchas veces no nos damos cuenta que necesitamos regresar,
tomar las acciones correspondientes y saber los beneficios del perdón:
1.
Libera la carga pesada del
resentimiento:
“Mientras me negué a confesar mi pecado, mi cuerpo se consumió,
y gemía todo el día. Día y noche tu mano de disciplina pesaba sobre mí; mi
fuerza se evaporó como agua al calor del verano.” Salmos 32:3-4 NTV
El
perdón es capaz de desatar los lazos que nos sujetan a las ofensas pasadas, lo
que nos permite que dichas cargas bajen de nuestra espalda y nos permita
avanzar más livianos por la vida. No nos debemos victimizar, ni llevar cargas
innecesarias que destruirán nuestra paz y nuestras relaciones familiares y
amistades. Ante cualquier ofensa realizada o recibida, toma la iniciativa de
reparar la situación, con lo cual iniciarás un nuevo proceso en el que evitarás
que la semilla del resentimiento germine en el corazón.
2.
Es el ungüento que inicia
el proceso de cicatrización de las heridas del alma.
“Pero no se inquieten ni se enojen con ustedes mismos por
haberme vendido. Fue Dios quien me envió a este lugar antes que ustedes, a fin
de preservarles la vida.” Génesis 45:5 NTV
El perdón no inicia en el acto de acercarse a la otra persona y
expresarle lo que sentimos. El perdón inicia mucho antes. Inicia cuando dejamos
de vernos la herida sangrar y ponemos manos a la obra para que comenzar el
proceso de cicatrización para que renovemos la confianza y nuestra estima se
sobreponga a cualquier adversidad.
Es un acto personal, que nos permitirá tomar la decisión de
acercarnos a nuestro ofensor o al ofendido y con toda sinceridad, expresarle lo
que nuestro corazón siente. No se desmorona cuando no recibimos las palabras
esperadas, sino todo lo contrario, se satisface que ha logrado una libertad que
permitirá ver el pasado como una nueva experiencia que contribuirá a mejorar su
vida.
3.
Elimina la desconfianza y
evita los prejuicios.
“El amor nunca se da por vencido, jamás pierde la fe, siempre
tiene esperanzas y se mantiene firme en toda circunstancia.” 1ª Corintios 13:7
NTV
Cuando logramos perdonar destruimos los muros de la
susceptibilidad que no nos permite entablar lazos fuertes con las demás
personas. No está esperando que se equivoquen para advertir con un ¡te lo
dije!, sino que jamás se da por vencido y siempre brinda el beneficio de la
duda y ante cualquier situación busca la mejor forma de aclarar las cosas para
evitar que alguien salga herido. El perdón nos faculta a tener el carácter
suficiente para confiar en los demás, no siendo esclavos de la circunstancia.
4.
Apacigua la sed de
venganza.
“Pero comenzó a remorderle la conciencia por haber cortado el
manto de Saúl. El SEÑOR sabe que no debería haberle hecho esto a mi señor y rey
—dijo a sus hombres—. Que el SEÑOR me libre de hacerle tal cosa a mi señor el
rey y atacar al ungido del SEÑOR, porque el SEÑOR mismo lo ha elegido.” 1º
Samuel 24:5-6 NTV
La venganza busca justicia en el dolor de otros. El perdón
brinda misericordia a quien lo necesita. Es por ello, que nunca busques
justicia por tus propios medios, tratando de que tu herida sea similar a la de
tu ofensor. Retrocede en la batalla, porque al final el desastre está
asegurado. El dar y recibir perdón contribuirá a tener una conciencia tranquila
que a pesar de lo que sucedió, no está en mis manos castigar a los demás y que
si perdonamos y mostramos misericordia habrá una gran felicidad.
5.
Abre las puertas de la
reconciliación.
“Luego José besó a cada uno de sus hermanos y lloró sobre ellos,
y después comenzaron a hablar libremente con él.” Génesis 45:15 NTV
El perdón es la llave que permite restablecer relaciones que estaban al
borde del abismo llamado odio y nos coloca frente a la otra persona y nos
permite continuar caminando al lado de ella. Eso es la reconciliación. Lo cual, me recuerda una bonita historia que
nos permite entender su importancia: “Una leyenda árabe que dos amigos viajaban por el desierto y en
un determinado punto del viaje discutieron, y uno le dio una bofetada al otro.
El otro, ofendido, sin nada que decir, escribió en la arena: “Hoy, mi mejor
amigo me pegó una bofetada en el rostro”.
Siguieron
adelante, uno delante del otro, pues había una ofensa por medio y el ofendido, llegó
a un oasis donde resolvió bañarse. El que había sido abofeteado comenzó a
ahogarse, y su amigo, que se había quedado a la distancia, se lanza al agua,
salvándole la vida. Al recuperarse, tomó un estilete y esculpió en una piedra:
“Hoy, mi mejor amigo me salvó la vida”. Intrigado, el amigo preguntó: “¿Por qué
después que te pegué escribiste en la arena y ahora en cambio escribes en una
piedra?”. Sonriendo, el otro respondió: “Cuando un amigo nos ofende, debemos
escribir en la arena, donde el viento del olvido y el perdón se encargarán de
borrarlo y apagarlo. Pero cuando nos ayuda, debemos grabarlo en la piedra de la
memoria del corazón, donde ningún viento podrá borrarlo”. Eso es la reconciliación. Es quitar todas
las ofensas por medio y empezar de nuevo con nuevas oportunidad de cambiar el
entorno.
El perdón no es un proceso fácil, sin
embargo, es necesario. Si deseas ser feliz, aprende cada día a perdonar, tomar
la iniciativa y emprender un viaje de ida hacia el fascinante mundo de la
compasión. Esto será de gran importancia para cambiar el rumbo de nuestra vida
y evitar la ruta crítica de la falta de perdón que nos puede destruir física y
espiritualmente. No hay mejor cosa en la vida que aprender a perdonar.
0 Comentarios
Manda tus comentarios del blog, puedes escribir tus testimonios, o historias que desees.