¿Cómo lograr una vida mejor?: Aprender a Perdonar (Parte No. 1 de 2) Para Compartir


10 Consejos actuales para tener una Vida Mejor:
Perdona. 
“Quien perdona gana un amigo; quien no perdona gana un enemigo.” Proverbios 17:9 TLA

  
Cada vez que aparece la palabra perdón en la Biblia o en otro texto, siempre se relaciona a empezar de nuevo, nueva oportunidad, pasar por alto. Además, también cuando se usa este término siempre hay heridas sanadas, dolor aliviado, traumas superados. Sin embargo, este tema no puede tomarse a la ligera ni mucho menos tomarlo como algo fácil de realizar, con una serie de pasos específicos que deben de efectuarse para que al final se logre el perdón. El perdón no es un producto manufacturado que se puede construir por lotes, es el resultado de que un corazón se da cuenta que no puede seguir haciéndose daño y que necesita deshacerse de la sed de venganza y la amargura que lo lleva a vivir en un estado perenne de desconfianza y de autodestrucción.

Una vida mejor se logra cuando entendemos que la carga de la falta de perdón es demasiada para nuestra vida, ya que obstruye nuestra mente llevándonos siempre a pensamientos de dolor. Jesús dijo: Si ustedes perdonan a otros el mal que les han hecho, Dios, su Padre que está en el cielo, los perdonará a ustedes.” Sn. Mateo 6:14. Cuando no perdonamos, no somos capaces de brindar ni recibir perdón, porque nuestro corazón se cubre de una capa dura que no nos permite ver la luz del amor y de la restauración.



Además, cuando no perdonamos iniciamos a vivir la ruta crítica de la falta de perdón, que inicia con el resentimiento, que es ese sentimiento persistente de disgusto o enfado hacia alguien por considerarlo causante de cierta ofensa o daño sufridos y que se manifiesta en palabras o actos hostiles. Es decir, nos empieza robando la armonía y la tranquilidad, busca culpables y da frutos rápidamente porque empezamos a tratar de herir a quién creemos que nos ofendió, pero nos llevamos de encuentro a muchas más personas. Saúl sufrió en esta carretera por sus celos, que lo llevaron a pensar que David tenía algo contra él. En el libro primero de Samuel describe los resultados de dejar que el resentimiento llegue y se instale en nuestra alma:
“Esto hizo que Saúl se enojara mucho. ¿Qué es esto? —dijo—. Le dan crédito a David por diez miles y a mí sólo por miles. ¡Sólo falta que lo hagan su rey! Desde ese momento Saúl miró con recelo a David.
Al día siguiente, un espíritu atormentador de parte de Dios abrumó a Saúl, y comenzó a desvariar como un loco en su casa. David tocaba el arpa, tal como lo hacía cada día. Pero Saúl tenía una lanza en la mano, y de repente se la arrojó a David, tratando de clavarlo en la pared, pero David lo esquivó dos veces.” 1º Samuel 18:8-11 NTV.

La segunda etapa es la desconfianza, que es un velo que cubre los ojos de nuestro corazón, el cual, nos hace sentir que todas las personas cercanas desean hacer mal, nos defraudarán o engañarán. Al llegar a incubarlo, nos encierra en una burbuja que nos aísla de la familia, amigos y personas que nos estiman. Nos hace gruñones, antipáticos y groseros. La desconfianza es el arma perfecta que destruye relaciones con otras personas que no tienen nada que ver con la ofensa primera, sin embargo, nos impulsa a hacer daño a lo demás, acumulando más resentimiento y llevándonos a una espiral de destrucción y autodestrucción sin fin.

La desconfianza nos hace frágiles y débiles. Porque ante una mirada, gesto o palabras, nos ubicamos en el contexto de que nos desean dañar, por lo que buscamos protección y mecanismos de defensa que solo complementan el dolor en el corazón. Los hermanos de José pensaron que ante la muerte de Jacob, su padre, su hermano cobraría venganza y seguiría desconfiando de ellos por el mal causado, sin embargo, el Primer Ministro egipcio les dio una lección exquisita de cómo destruir la desconfianza:
“Pero ahora que su padre había muerto, los hermanos de José tuvieron temor, y se decían: Ahora José mostrará su enojo y se vengará por todo el mal que le hicimos.
 Entonces enviaron a José un mensaje que decía: Antes de morir, tu padre nos mandó que te dijéramos: «Por favor, perdona a tus hermanos por el gran mal que te hicieron, por el pecado de haberte tratado con tanta crueldad». Por eso nosotros, los siervos del Dios de tu padre, te suplicamos que perdones nuestro pecado. Cuando José recibió el mensaje, perdió el control y se echó a llorar.
Entonces sus hermanos llegaron, y se arrojaron al suelo delante de José y dijeron: —Mira, ¡somos tus esclavos!
 Pero José les respondió: —No me tengan miedo. ¿Acaso soy Dios para castigarlos?
Ustedes se propusieron hacerme mal, pero Dios dispuso todo para bien. Él me puso en este cargo para que yo pudiera salvar la vida de muchas personas.
No, no tengan miedo. Yo seguiré cuidando de ustedes y de sus hijos. Así que hablándoles con ternura y bondad, los reconfortó.” Génesis 50:15-21 NTV

No obstante, muchos elegimos continuar en la ruta crítica de  la falta de perdón, que luego de pasar por la calle de la desconfianza, nos lleva a la avenida sed de venganza. Esta es la más dura y cruel. Es insaciable, destructiva y es una “falsa justicia”. Nos hace decir: “Si me hicieron daño, tengo que hacerlo para quedar parejos.”, “tengo que vengarme, para que se haga justicia.”,  Sin embargo en lugar de reparar o sanar el dolor, lo lleva a aguas más profundas que jamás se puede aplacar.

Jesús dijo: Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente. Pero yo os digo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra; y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa; y a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, ve con él dos. Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses.” Mateo 5:38-42 RVR1960. La máxima de quien desea vengarse, Jesús la destruyó. Mientras, aquel que desea vengarse, desea el mal del ofensor, el Señor nos lleva a un nuevo nivel y nos quita la mirada de la ofensa y del ofensor, para llevarnos a ver un nuevo horizonte donde encontremos libertad y paz.

La venganza jamás nos dejará ser libres, siempre dejará más corazones heridos y más protagonistas destruidos, más violencia y más destrucción. Recuerde que el dolor siempre engendra más dolor y la venganza procrea más revancha. Sin embargo, cuando dejamos el ring y nos rendimos, dejando el dolor allí, todo logra mejorar.

... continuará... segunda y última parte sobre la ruta crítica de la falta de perdón y los beneficios de perdonar.

Publicar un comentario

0 Comentarios