“Oren en todo momento.” 1ª
tesalonicenses 5:17 TLA
El sexto compromiso de un padre es ser un
hombre de oración. En los anteriores compromisos hemos aprendido sobre la
fidelidad, liderazgo espiritual, integridad, caminar con Dios y la
responsabilidad. Todos tienen que ver con nuestra relación con un tercero, pero
este compromiso es personal, no interviene nadie más, sólo Dios y el hombre. El
hombre y Dios, en una relación personal sin más obstáculos, sin más
pretensiones.
Sobresale entre pertenecer a una iglesia y
todavía más en ser un ministro o servidor. Es superior a cualquier otra parte de
nuestra vida, pues es el momento donde establecemos un vínculo personal con
Dios y nadie, nadie más puede visitar. Es personal, es íntimo, es esencial para
nuestro espíritu, es lo que rejuvenece nuestra alma y vivifica nuestro
espíritu, es lo que permite escuchar la voz de Dios y entender lo que
tiene para nuestra vida a través de su
Palabra. La oración es ese enlace directo con nuestro Creador, nuestro Señor y
Salvador, fue y ha sido la primera obra de comunicación. Dios en el huerto
tenía una comunicación constante con el hombre y la mujer, paseándose cada día
con una enorme naturalidad. Génesis 2 es un ejemplo claro de ello.
Este compromiso es la llave para cumplir los demás desafíos.
Un hombre de oración estará tan cerca del trono de Dios que podrá atraer a los
demás hacia la Presencia de Dios. Podrá soportar la presión de la sociedad,
podrá tener un liderazgo espiritual fuerte conduciendo su familia a Dios,
guardando su cuerpo puro para su esposa y llenándolo de fidelidad y un sentido
del deber que no se apagará nunca.
La
oración es tan importante para nuestra vida que no podemos ignorarla. Martín
Lutero escribió: “Tengo tantas cosas que hacer, que pasaré las
primeras tres horas orando” Tampoco podemos despreciarla y dejarla como última
opción en nuestros momentos de dificultad. Oswald Chambers expresó: “Nosotros
oramos cuando no hay nada que podamos hacer, pero Dios quiere que oremos antes
de toda cosa que hagamos” Mucho menos podemos usarla como algo sin valor. Todo
lo contario. Debemos de darle prioridad en nuestra vida, pues así se oxigena
nuestra alma y retoma las fuerzas para continuar. Charles Spurgeon detalló
sobre la oración: “La oración es el balbuceo entrecortado del niño que cree, el
grito de guerra del creyente que lucha y el réquiem del santo agonizante que se
duerme en los brazos de Jesús. Es el aire que respiramos, es la clave
secreta, es el aliento, la fortaleza y el privilegio de todo cristiano”
Estos y otros
grandes hombres de la historia del Cristianismo nos permiten ver qué tan imprescindible
es la oración en la vida del creyente. El rey David nos dejó 73 oraciones en
forma de alabanza que nos permite entender que orar no es un acto aburrido y
monótono, donde al cerrar los ojos y decir un par de frases repetidas o sin
sentido, hemos logrado conversar con Dios.
David explica
cómo se siente, qué siente y lo qué desea hacer. No miente, no oculta, no es
pretencioso. Su oración es tan del corazón que podemos encontrar en ella,
muchas características que nos permitirá poder orar con mayor confianza y
cercanía. Nos permitirá ver que la oración no es una fórmula ni palabras
mágicas. Nos permitirá entender que un corazón cercano a Dios obtiene la
respuesta que necesita, aunque no sea la que quiera. Nos ayuda a amar Su Presencia
más que cualquier otra cosa en el mundo. Nos ayuda a derramar nuestro corazón y
saber que alguien tiene el control de todas las cosas.
Nos ayuda a
alabar con todo el corazón y demostrar cuánto anhelamos estar cerca, que nos
hable, que nos escuche, que no permita enjugar sus pies con nuestras lágrimas.
Nos permite mostrar nuestro agradecimiento. Nos permite disfrutar su cercanía.
Nos hace crecer nuestra fe. En fin, muchas cosas maravillosas que serán de
bendición para nuestra vida. La bendición de vivir y anhelar lo que Él es y no
lo que hace.
Esas
características son las siguientes:
a) La oración
nos permite entregarnos totalmente.
“No me eches de delante de ti, Y no quites de mí tu santo Espíritu. Vuélveme
el gozo de tu salvación, Y espíritu noble me sustente.”
Salmos 51:11-12 RVR 1960
David no le importaba su
reino, su posición o sus bienes. Él deseaba a Dios. Prefirió ser humilde y
tenerlo a Él, que terminar siendo un gran Rey pero fuera de su círculo íntimo.
La oración nos permite entregarnos, ser sinceros, ser cercanos.
b) La oración nos
permite entender la soberanía de Dios.
“Yo he guardado
silencio, no he
abierto la boca;
¡nadie puede pedirte cuentas de lo que decides hacer!” Salmos 39:9 TLA
¡nadie puede pedirte cuentas de lo que decides hacer!” Salmos 39:9 TLA
David nos
enseña que Dios es dueño de todo, no se le puede exigir, no se le pide cuentas.
Dios puede hacer lo que le plazca en cualquier momento, a quién quiera y cómo
quiera. Lo importante que aprendemos aquí es cambiar los por qué en cumple tu
plan o propósito en mi. La oración nos ayuda a cambiar nuestras preguntas y nuestra
confrontación en esperanza y fe que Dios tiene todo bajo su control y actuará
conforme a lo mejor para nuestra vida.
c) La oración
nos permite perfeccionar nuestra alabanza y nuestra adoración:
“¡Quiero verte en tu santuario,
y contemplar tu poder y tu grandeza!
Más que vivir, prefiero que me ames.
Te alabaré con mis labios.
¡Mientras viva te alabaré!
¡Alzaré mis manos para alabarte!
¡Con mis labios te alabaré y daré gritos de alegría!
¡Eso me dejará más satisfecho que la comida más deliciosa!” salmos 63:2-5 TLA
La oración nos permite entender que la gloria, la honra y el
honor se lo merece Dios. Nos permite hablar y decirle cuánto lo amamos y
disfrutamos Su Presencia. Mientras más oramos, nuestros requerimientos o
peticiones se van minimizando y ese tiempo de oración se convierte en
intimidad, se convierte en adoración, lo que nos conduce a la dulzura de la
alabanza y nos quita el interés de lo menos importante.
d) La oración nos permite mostrar nuestras emociones delante de
Dios y ser entendidos:
“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? ¿Por qué estás
tan lejos de mi salvación, y de las palabras de mi clamor?” Salmos 22:1 RVR
1960
“Mis ojos
están gastados de sufrir; Se han envejecido a causa de todos mis angustiadores.” Salmos 6:7 RVR1960
La oración no
tiene límites. No solo sirve para realizar peticiones, para adorar, para
agradecer. La oración, va más allá. Nos permite mostrar nuestras angustias,
nuestras luchas, nuestros problemas emocionales. No es una simple catarsis, que
después de hacerlo nos hará sentir bien. Es más que eso. Dios se toma el tiempo
de escucharnos y darnos una respuesta, sea esta tiempo de espera, un sí o un
no. Nos permite acogernos a su confianza y prestar oído a lo que tiene para
nosotros.
Dios no espera
que seamos ceremoniosos. Cuando oramos podemos romper el protocolo, acercarnos
con confianza, exponer nuestras razones, llorar como niños. No hay límites.
Dios sabe nuestras necesidades y está atento para escucharnos y darnos una
respuesta.
e) La oración
nos permite que nuestra fe crezca.
“Porque tú has sido mi
refugio, Y
torre fuerte delante del enemigo. Yo habitaré en tu tabernáculo para siempre;
Estaré seguro bajo la cubierta de tus alas.” Salmos 61:3-4 RVR
1960
La oración nos da seguridad y nos
permite que nuestra fe se cimente en lo correcto. No nos lleva a tener fe en la
fe, sino enfocarla en Dios. Nos permite entender que en ocasiones se espera, en
otras se tiene una resolución rápida y en otras no hay solución; pero, esto nos
ayuda a que nuestra confianza nos conduce a una mejor vida.
La oración es esto y mucho más.
Cuando no hayan deseos de orar, recuerda que la oración no es una ceremonia,
sino una cita entre dos personas que se aman, se pueden decir todo, pueden
contarse secretos sin ocultar nada, donde no hay críticas ni prejuicios. Cuando
nos fortalecemos en la oración, todas nuestras demás áreas se fortalecen porque
estamos conectados con la fuente de vida y de respuestas para nuestras vidas.
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