Lo particular de
la zona de comodidad es su capacidad de expandirse. Muchas veces logramos salir
de ella con éxito, desafiando nuestros temores, las dudas y todo. Sin embargo,
el salir lo vemos como el destino final y no como parte del camino y nos estancamos,
tal como la historia de Albert. Albert era uno de los mejores leñadores de su
ciudad y consiguió un empleo en un negocio cercano a su hogar. Empezó con mucho
entusiasmo y cuando acabó el primer día, el dedicado
leñador había conseguido traer 18 árboles, una cifra impresionante. Pero el
hombre era muy trabajador y quería demostrar que podía hacerlo todavía mejor, y
el día siguiente salió a batir su record. Sin embargo, al finalizar el día,
solo pudo volver con 15 troncos. Conforme
iban pasando los días el leñador se esforzaba por superarse, pero pese a gastar
tanta energía, cada vez volvía con menos árboles. Estaba desesperado.
Fue a hablar con su jefe y le explicó la
situación.
- No lo entiendo. Por más que me esfuerce,
cada día corto menos árboles. El hombre que le había contratado le miró y
preguntó:
-
¿Cuánto haces que no afilas el hacha?
-
¿Afilar? No tengo tiempo para afilar. Estoy muy ocupado cortando árboles.
Hay una frase clave
en las últimas palabras expresadas por el protagonista de nuestra historia. De hecho son inseparables con E-S-T-O-Y
E-S-T-R-E-S-A-D-O. Son inseparables. Reflejan el sequedal del corazón, la
aflicción del alma y el dolor del Espíritu: ESTOY MUY O-C-U-P-A-D-O. La excusa
del cansado. El pretexto del confundido. La verdadera cara del desanimado.
En la zona de confort
nos encontramos muy ocupados. Cuentas por pagar. Problemas que solucionar.
Planes que destruir. Sueños que abandonar. Evasivas que inventar. El día a día
nos absorbe y nos quebranta de tal forma que nos convertimos en gente con mal
carácter porque hacemos el doble de esfuerzo y obtenemos la mitad de
resultados. Contaminamos el ambiente. Nos convertimos en agentes tóxicos.
Tiramos de un lado a otro, frases que destruyen, desintegran y abandonan: ¡Así
soy yo!, ¡nadie me cambia!, ¡nadie me entiende! La amargura nos define, mudamos
lo que somos y nos convertimos en lo que los problemas nos quieren convertir:
Zombis. Muertos que viven para robar a otros.
Es por ello que
debemos renovarnos. La renovación es un proceso que no trata de sustituir. Se
trata de transformar, revivir, cambiar y mejorar. Es un proceso interno que no
necesita de cirugías, medicamentos y tratamientos. Se trata de tomar decisiones
e identificar nuevamente quiénes somos. Pablo dijo: “Es por esto que
nunca nos damos por vencidos. Aunque nuestro cuerpo está muriéndose, nuestro
espíritu va renovándose cada día.” El Apóstol entendió que la renovación no una
cuestión de edad o de tratar de vencer a
la vejez. Se trata de vencer el conformismo, la ansiedad y el cansancio. Para
ello debemos empezar a trabajar en pequeñas áreas de nuestra vida que nos deben
llevar a renovar nuestra alma:
1.
Revisar los últimos planes
hechos.
La renovación es retomar lo
abandonado. Así que, revisa en tu mente o si lo escribiste, cuáles son los
sueños, metas y planes que teníamos la última vez. Emprende una estrategia y
encamínate a valorar lo que necesitas para continuar. No dejes nada al azar.
Recuerda este consejo de Pablo a Timoteo: “No descuides
los dones que tienes y que Dios te concedió cuando, por inspiración profética,
los ancianos de la iglesia te impusieron las manos.” 1ª Timoteo 4:14 DHH.
2.
Acércate nuevamente a la conexión
de tu fe.
Isaías nos hizo una maravillosa
analogía sobre la renovación y la importancia de la compañía de Dios: “En
cambio, los que confían en el Señor encontrarán
nuevas fuerzas; volarán
alto, como con alas de águila. Correrán y no
se cansarán; caminarán
y no desmayarán.” Isaías 40:31 NTV. Observa
con atención: encontrarán nuevas fuerzas. Es algo nuevo. No es llenar el
tanque. Es tener un tanque nuevo y una nueva fuente de poder. En la renovación
de nuestra energía y nuestra visión necesitamos una nueva conexión con Dios,
porque Él nos llevará a un nuevo nivel donde se nos exigirá más, pero las bendiciones
también son mayores.
3.
No te alejes de los que te aman.
No omitas mostrar tu cariño a
todos. Recuerda que el amor crece en la medida que tu lo ofreces. Que cada acto
tuyo este lleno de amor. Esto ayudará a reenfocar tus fuerzas y a encontrar
apoyo fiel y desinteresado. Pablo resumió esto en una frase: “Y
hagan todo con amor.” 1ª Corintios 16:14 NTV.
4.
Reenfócate.
Esto implica un compromiso a
retomar la misión para conseguir la visión. Esto implica desarrollar una
evaluación del propósito de vida, de tal forma que, se confirme lo que nuestro
corazón desea o lo que Dios ha planeado para nuestra vida. Esto implica pagar
el precio de dejar la comodidad y seguir con fidelidad a Dios. Dios le dice a Jeremías
lo siguiente: “Dios
me contestó: «Yo soy el Dios de Israel. Si te vuelves a mí, yo calmaré tu dolor
y podrás de nuevo servirme. Si dejas de hablar tonterías, y comienzas a
anunciar lo que realmente vale la pena, entonces tú serás mi profeta. No le
hagas caso al pueblo; son ellos quienes deben escucharte.” Jeremías 15:19 TLA.
5.
Emprende una limpieza de aquellas
cosas dañinas.
Desecha todo aquello que hace
daño y no nos deja aumentar nuestro potencial. Desde el odio hasta la
indisciplina. De la sed de venganza al desánimo. Todo esto debe ser
desarraigado de nuestra vida.
El orden es importante, cuando
logramos colocar prioridades en nuestra cabeza, los éxitos vendrán solos, ya
que las energías se enfocan, los esfuerzos convergen y se camina hacia un solo
rumbo. Evita tener muchas metas con un mismo plazo, para que esto ayude a
terminar todo lo que se empieza.
7.
Maximiza tus esfuerzos.
No dejes pasar el tiempo para
actuar. Actúa con prudencia pero actúa. Pon todas tus fuerzas en conexión con
la visión. El esfuerzo nos pedirá lo mejor y nos incentivará a luchar.
8.
Disciplínate:
Pablo le dio a Timoteo los
siguientes consejos que tiene que ver con la disciplina:
“Presta
suma atención a estos asuntos.
Entrégate
de lleno a tus tareas, para que todos vean cuánto has progresado.
Ten
mucho cuidado de cómo vives y de lo que enseñas.
Mantente
firme en lo que es correcto por el bien de tu propia salvación y la de quienes
te oyen.” 1ª Timoteo 4:15-16 NTV
4
consejos claros donde le pide mantener el enfoque, mantenga sus principios, busque
la mejora y siga avanzando. La disciplina se resume en estos enunciados.
9.
Mantente “hambriento”:
Nunca te quedes celebrando tus
victorias mucho tiempo, ni llorando las derrotas. Que el fracaso nos ayude a
aprender a mejorar y los triunfos contribuyan a mantenernos motivados pero
sediento de más. Sólo los hambrientos logran mantenerse fieles a su llamado. “Oh
Dios, tú eres mi Dios; de todo corazón te
busco. Mi alma tiene sed de ti; todo mi cuerpo te anhela en esta tierra
reseca y agotada donde no hay agua.” Salmos 63:1 NTV
Al igual que Albert
nos damos a la tarea de trabajar muy duro por salir de la zona de confort, pero
cada día nos vamos debilitando debido a que los resultados no son los mismos
que al inicio, creando una nueva zona cómoda y posiblemente tumbando nuestras
aspiraciones. En ese sentido, debemos afilar nuestra hacha a través de la
búsqueda de la mejora continua, una visión refrescada, una reconexión con el
propósito y una revisión de la determinación y la pasión.
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