Siete Versículos para Una Vida Victoriosa (No. 108)

Un obstáculo es la forma en la cual la vida te expresa: ¡No te será fácil! Intentar, comprometerse y luchar es la forma en la que nosotros le decimos a la vida: ¡Tu, tampoco! 
 “Pelea la buena batalla de la fe; no dejes escapar la vida eterna, pues para eso te llamó Dios y por eso hiciste una buena declaración de tu fe delante de muchos testigos.” 1ª Timoteo 6:12 NTV 

 La fe no significa que ocurrirá lo que deseamos. Significa que nos entregamos a Dios para que él haga lo mejor para nosotros. 
 “Confiamos en Dios, pues sabemos que él nos oye, si le pedimos algo que a él le agrada.” 1 Juan 5:14 TLA 

 La adulación infla nuestro ego. Desarrolla soberbia. Produce arrogancia. No prestes demasiada atención a lo que te dice, sólo a cómo te lo dice, porque al final del camino desea que perviertas tu destino. 
 “El tiempo te demostrará que vale más una crítica sincera que un elogio.” Proverbios 28:23 TLA

Si te encuentras con algo o alguien que te confronta, te desafía, te hará crecer. Si te halaga, te hará acomodarte y no ver tus oportunidades de mejora. 
“Pero tú debes mantener la mente clara en toda situación. No tengas miedo de sufrir por el Señor. Ocúpate en decirles a otros la Buena Noticia y lleva a cabo todo el ministerio que Dios te dio.” 2ª Timoteo 4:5 NTV 

 La oración es como el rocío de la mañana que llena de vida alrededor, es el agua refrescante luego de un duro caminar por el desierto. Es la que no hace reconocer nuestro hogar, que solo somos peregrinos, la que nos señala a Quién le pertenecemos, a Quién honramos y Quién nos ama. 

Nos permite entrar al cielo y disfrutar de ese delicioso aroma. Es más que una conversación, es el momento donde el cielo te desafía a dar lo mejor, a trabajar, a sembrar y a no esperar, sino a confiar. La oración nos enseña que no somos suficientes. Que necesitamos regresar a Casa. Que no pertenecemos a este mundo. Que hay un lugar mejor. Sólo debemos esperar. La oración nos hace ver que siempre hay algo mejor, que seremos capaces de acuerdo a la entrega, a nuestra fe. La oración más que un momento es el deseo de un poco de cielo, del paraíso, de Dios. 
“SEÑOR, escucha mi voz por la mañana; cada mañana llevo a ti mis peticiones y quedo a la espera.” Salmos 5:3 NTV 

Somos parte de un linaje. Algunos estamos orgullosos de él. Otros preferiríamos olvidarlo. Algunos vivimos bajo la sombra de un hermoso árbol de integridad y de buen nombre. Otros bajo la sombra de la soledad, odio y amargura. El libro familiar está lleno de historias que desearíamos que no existieran. Muchas llenas de dolor. Manchadas por la desintegración familiar. El engaño. La insatisfacción. Otras páginas en las que no hay hazañas. No hay héroes. No hay nada de que enorgullecerse. Eso no importa. Lo que importa es lo que tú hagas con las semillas que te fueron entregadas. Probablemente no verás jamás la cosecha, pero tus hijos sí. Probablemente el pasado fue oscuro, pero será nuestro desafío poner un poco de luz. Mira hacia el cielo y encontrarás la diferencia. 
La familia terrenal de Jesús es más parecida a la nuestra que a la del Hijo de Dios. 
Antepasados con dudosa reputación. Mentirosos. Algunos, asesinos. Otros, adoradores del mal, pero todo cambió, todo se iluminó cuando vio que pertenecía a un parentesco especial: El del Cielo. 

Tu padre pudo heredarte la forma de tu nariz, esos ojos achinados, esas piernas largas. Tu madre entregó esas cejas pobladas, esos dedos huesudos, tal vez un poco de ese mal carácter, pero hay algo más especial. Dios te heredó un alma y un espíritu. Te hizo a su imagen y semejanza. 
Con la capacidad de amar, soñar, perdonar. 
Con una creatividad infinita. (Sino mira un amanecer o un atardecer y mira la perfecta forma de como Dios usa los colores) 
Nos hizo capaces de creer.
Eres especial, no por lo que tienes, sino por lo que Él quiere hacer en ti. 
Así que si hay turbulentas historias en tu familia, recuerda que Dios te adoptó y tenemos una familia grande, hermosa y que nos acobija para disfrutar en plenitud. Solo siembra lo mejor para que tus descendientes tengan a alguien lo más parecido a su Padre Celestial, a quien admirar, a quién querer parecerse, como tú quieres hacerlo con Dios. 
“Por eso, ante Dios ustedes ya no son extranjeros. Al contrario, ahora forman parte de su pueblo y tienen todos los derechos; ahora son de la familia de Dios.” Efesios 2:19 TLA 

Que no te importe lo que no pudiste hacer, sino lo que estás haciendo para terminar lo iniciado. 
“Para mí, sin embargo, mi propia vida no cuenta, con tal de que yo pueda correr con gozo hasta el fin de la carrera y cumplir el encargo que el Señor Jesús me dio de anunciar la buena noticia del amor de Dios.” Hechos 20:25 DHH

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