"Así que acerquémonos con toda confianza al trono de la gracia de nuestro Dios. Allí recibiremos su misericordia y encontraremos la gracia que nos ayudará cuando más la necesitemos." Hebreos 4:16
En la actualidad, la iglesia está yendo por dos caminos, los cuales nunca se encontrarán. Por un lado un liberalismo bestial, donde se está reviviendo esa frase que genera un poco de temor que fue escrita en el libro de Jueces 21:25: "En esos días, Israel no tenía rey; cada uno hacía lo que le parecía correcto según su propio criterio." Un momento de la historia donde la verdad se ha diluido, donde el humanismo, hedonismo y relativismo pisa fuerte en muchos pasillos de nuestros templos. Donde no se trata al pecado como lo que es: una cerca o muralla que no nos permite entrar a la Presencia de Dios.
El otro camino es el legalismo. Miles de reglas para tratar que la gente se purifique por sí misma y tenga la oportunidad de acercarse a Dios. Ritos, formas de vestir y hablar, que al no cumplirse, los llevan a ser juzgados y sentenciados a no alcanzar la Gracia de Dios.
Creo que me equivoqué, al iniciar. Los dos caminos tienen un punto de enlace y este es que ambos nos limitan alcanzar la Presencia de Dios.
Cuando pecamos nos enfrentamos a tres sentimientos:
a) La culpa: Una culpa que nos lleva al remordimiento. Soy demasiado pecador. No soy capaz de cambiar.
b) La vergüenza: Nos llena la vida de frases, tales como: "No soy digno de estar cerca de Dios".
c) La soberbia: No necesito a Dios en mi vida si soy suficientemente capaz de mejorar por mi cuenta. En este punto nos separamos juzgando a otros por nuestra condición.
Y al enfrentar a estas tres, cometemos tres grandes errores para buscar el perdón de Dios:
Error No. 1: Tratar de solucionar nuestra controversia con Dios a través de promesas. Algunas frases son las siguiente: "Señor, prometo no volver a hacerlo", "Dios voy a desconectar el internet", "Dios ya no voy a hablar mal de otros". Sin embrago, luego de cierto tiempo, no podemos mantener la promesa y terminamos fracasando, es allí donde la culpa y la vergüenza tocan la puerta.
Error No. 2: Tratar de solucionar a través del sacrificio. Nos imponemos nuevas reglas que nuevamente volvemos a quebrantar. Buscamos ser justificados mediante nuestros actos, pero quedamos aprisionados nuevamente por nuestros instintos y volvemos a caer. Isaías lo describe perfectamente de la siguiente manera: "Aun nuestras mejores obras son como un trapo sucio; hemos caído como hojas secas, y nuestros pecados nos arrastran como el viento."
Error No. 3: Tratar de solucionar a través de la indiferencia. Nos tratamos de justificar con base en los demás. "Si esto no es tan malo como lo que hacen otros.", "Dios no pierde tiempo en nimiedades" sin embargo, esto es la forma en la cual la soberbia toca la puerta de nuestro corazón y se instala allí.
Cuando nos enfrentamos a estas tres, empezamos a pensar que hasta que arregle todo, voy a buscar a Dios, lo cual es una locura. Dante Gebel en una prédica mencionó lo siguiente: "Decidir romper con la oración y la lectura bíblica por cometer un pecado, es como que un enfermo se vaya del hospital por que sigue teniendo un virus que solo allí puede ser curado". La lejanía nos hace mucho daño, porque en lugar de arrepentimiento, generamos remordimiento y como fruto de ello, nos hace sentir vergüenza de los hemos hecho y esto nos hace pensar que no somos merecedores de su Gracia. Al final terminamos lejos de Dios, incumpliendo nuestro llamado y en muchas ocasiones, nos hace claudicar en nuestra fe.
Con esto no deseo crear una defensa para llevar una vida licenciosa. No. Creo en un Dios tres veces santo. Creo en un Dios que no pasa por alto el pecado, que no lo ignora, que no nos "alcahuetea". Como Pedro afirma en su carta: "Así que no hagan lo malo, sino manténganse apartados del mal, porque Dios los eligió para ser su pueblo. En la Biblia, Dios nos dice: «Yo soy un Dios diferente a los demás, por eso ustedes deben ser diferentes a las demás naciones.» Pero es imposible lograrlo con nuestras fuerzas.
Por lo que solo tenemos una sola cura: Cobijarnos en su Gracia. Esa gracia que nos muestra su amor, el cual es tan precioso que nos da la oportunidad de cambiar. Creo que la gracia es el sello perfecto que demuestra la belleza del amor de Dios. Esto es algo raro, porque si hay algo sin explicación lógica y racional es la capacidad de Dios en derramar su gracia sobre nuestras vidas. Es ilógico amar a un pueblo que cada día encontraba placer en buscar a otros dioses, pero Dios lo hacía con Israel. Es absurdo absolver a un asesino y adúltero, pero Él lo hizo con David. Es desatinado tomar en cuenta para tus planes a un enemigo acérrimo, pero Dios no tuvo reparos en llamar al apóstol Pablo.
Ese es el lado "loco" del amor de Dios. Su Gracia. Su Gracia que nos da una nueva oportunidad como a Pedro luego de su negación. En esa historia preciosa encontramos joyas maravillosas para aferrarnos a Su Gracia y jamás soltarnos. Veamos:
a) Pedro intento iniciar otra vez, yéndose a pescar. Irónicamente es pescando donde Pedro recibe el llamado de Cristo (Mateo 4:18-20) y es en el mismo lugar donde restaura su visión, propósito y llamado. (Juan 21:5-7). Esto nos da una bella lección: El pecado te llevará a retroceder hasta el lugar donde Cristo te redimió, pero Él no perderá la oportunidad de buscarte y llevarte al lugar donde Él nos tenía antes.
b) En este punto, el traicionado toma el protagonismo y buscar al traidor y el demuestra que su amor no ha cambiado a pesar de la traición. A pesar de lo duro del momento para Pedro, Jesús no ofende, ni busca echar en cara el error de Pedro. Nunca le menciona la traición. Todo lo contrario, afirma el amor que le tiene y reemplaza la culpa con un nuevo propósito (Juan 21:15-18).
c) Jesús le quita responsabilidad a Pedro. En esta parte de la historia lo llama Simón, con el nombre que lo conoció. No le impone cargas, ni títulos que podrían hacerlo sentir humillado. Todo lo contrario, lo trata como un padre amoroso a su hijo después de cometer un error. Lo restituye.
d) Jesús restaura a Pedro. Si lo negó tres veces, tres veces le preguntó sobre la sinceridad de su amor. Esto fue suficiente para Cristo. En su amor, Dios jamás te quitará lo que te entregó, a menos que no desees recibir su Gracia. "Dios no da regalos para luego quitarlos, ni se olvida de las personas que ha elegido." Romanos 11:29 TLA.
Eso es lo que logra la gracia, restaurarnos. Pedro jamás fue el mismo. Galiela perdio a un buen pescador, pero Dios ganó un apóstol Pedro capaz de continuar sembrando el evangelio en el ocrazón de miles de personas. De un impulsivo pescador y un discípulo un poco hablador, se convirtió en una figura central de la Historia de la Iglesia, legándonos 2 cartas y un poderoso testimonio en uno de los evangelios. La gracia ya no ve más hacia el pasado, sino que nos enfoca al futuro. La Gracia nos desafía a dejar el pasado y encaminarnos a una nueva relación. La Gracia nos recuerda que nosotros NO somos justos, pero Cristo si y Él nos justifica. Nunca olvides Romanos 3:24: "Sin embargo, Dios nos declara justos gratuita y bondadosamente por medio de Cristo Jesús, quien nos liberó del castigo de nuestros pecados."
Así que si la culpa, la vergüenza o el orgullo tocan a tu puerta o peor aún, se han instalado en tu corazón, obstaculizando tu vista para alcanzar la Gracia de Dios, toma la mejor decisión de vencerlas y tocar su Gracia. Ella te envolverá y créeme luego de estar bajo la sombra de tus alas, jamás vivirás algo mejor. Aférrate a su Gracia y sé libre, tal como lo dice Romanos 3:25-26: "Pues Dios ofreció a Jesús como el sacrificio por el pecado. Las personas son declaradas justas a los ojos de Dios cuando creen que Jesús sacrificó su vida al derramar su sangre. Ese sacrificio muestra que Dios actuó con justicia cuando se contuvo y no castigó a los que pecaron en el pasado, porque miraba hacia el futuro y de ese modo los incluiría en lo que llevaría a cabo en el tiempo presente. Dios hizo todo eso para demostrar su justicia, porque él mismo es justo e imparcial, y declara a los pecadores justos a sus ojos cuando ellos creen en Jesús."
¡Cuán maravillosa gracia que nos permite disfrutar el perdón de nuestros pecados!"
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