La vida es la suma de millones de decisiones. Decisiones pequeñas. Grandes Decisiones. Decisiones equivocadas. Grandes y maravillosos aciertos. Dolor. Ansiedad. Dificultad. Esfuerzo. Perseverancia. Paciencia. Con las decisiones nos topamos con las consecuencias. Con ellas tocamos el cielo por medio del éxito. A veces lloramos porque perdimos una gran oportunidad por dejar que la pereza o el confort se metiera con nuestros sueños.
Las decisiones nos desafían. Muchas veces nos pedirán quedar satisfechos nuestros deseos de hoy, perdiendo un mejor mañana. Un momento de placer nos puede quitar la bendición de un futuro próspero y satisfactorio. Nuestras acciones son esclavos de decisiones, porque todo empieza en la mente y en el corazón. Decidir quedarnos sentados o avanzar empieza en nuestro cerebro. Así que si cuidas algo que sea el proceso de toma de decisiones.
Llena tus decisiones con sabiduría. Con practicidad, pero no olvidando la pasión, la perseverancia, el esfuerzo total. Sabiduría es sensatez, prudencia y dominio propio. Sensatez para saber que te edifica y que no te edifica, que te sirve y que no. Que suma y que te resta o divide. Prudencia para saber cuándo actuar, cuando ir lento y cuando correr y Dominio propio para saber decir que si o negarte rotundamente ante algo que te destruirá.
Llena tus decisiones con paciencia. Espera. No apresures los procesos. No busques atajos. No corrompas ni perviertas el diseño original. Es doloroso no ver cambios cuando lo has dado todo. Nos llena de frustración cuando la hora que debe amanecer no hay siquiera una pequeña esperanza que el sol salga, pero más temprano que tarde renacerá la luz y el astro rey brillará con toda intensidad, pero hay algo que tengo claro es que DIOS CUMPLE SU PALABRA. Dios jamás es deudor de nadie. Lo único que tienes que hacer es pasar por el desierto de la espera. Pueden ser 3 meses, 7 años o 40 años. No importa cuando, importa que tengas la entereza y tomes la decisión de que tu esperanza no se apague y que tu fe nunca muera. Recuerda algo: La paciencia no es quedarse sentado esperando que algo suceda. Es avanzar con fe que en algún momento la situación va a cambiar. El sueño se cumplirá y Dios te pondrá en el lugar que te corresponde. No porque te lo mereces sino porque Él tiene misericordia de ti.
Llena tus decisiones con fe. Dice el escritor: Sin fe es imposible agradar a Dios. Sin fe no avanzas. Sin fe te destruyes. Sin fe, respiras, pero pierdes tu vida en lo banal y en lo absurdo. Mañana se escribe con una buena cuota de fe. Las buenas decisiones están llenas de fe, de optimismo, pero no de un optimismo ciego o en una creencia mágica que todo se producirá por azar o por suerte, sino que cimentamos nuestra fe en que Aquel que tiene el control del universo sabe de que cosas tenemos necesidad y estará con nosotros siempre.
Las decisiones forjan nuestro carácter y por ello debemos asumir las consecuencias de estas. Si nos equivocamos, debemos ser humildes para pedir perdón, restituir el agravio y si es posible buscar la reconciliación. Buenas decisiones nos llevan a grandes bendiciones. Solo es de afrontar el proceso con paciencia y determinación. Además, debes estar consciente que una decisión convertida en acción tendrá un impacto que construye o destruye tus relaciones, tus sueños, u trabajo o cualquier otra cosa.
Lo importante para tener en cuenta, es que la vida es un libro que tiene como título HECHOS, no solo está lleno de sueños, ni mucho menos de esperanzas. Sueña y decide a trabajar para que sean realidad. No solo confíes que Dios está contigo y te ayudará a salir adelante, sino que camina hacia adelante peleando con los leones de la pereza y los osos de la frustración, párate frente al mar y actúa. Muchas veces te tocará caminar sobre las aguas, otras el mar se partirá en dos y podrás pasar en seco, otras probablemente ángeles te trasladen al otro lado, pero habrá momentos que lo “milagroso” y “maravilloso” no sucederá es allí donde te pondrás tu traje de baño y empezarás a nadar al otro lado y aunque no parezca fantástico o como una situación para contarlo como testimonio, te enseñará a saber que muchas veces Dios quiere que avances y él te llevará a la orilla de la forma milagrosa o de la manera normal. En cualquiera de los dos casos debemos decidir obedecer. Recuerda esta promesa: “Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán. Cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni la llama arderá en ti.”
Así que este es un buen momento para decidir. Muchas decisiones son muy fáciles de tomar. Otras, aquellas que afectan el resto de la vida, son aquella que nos sacan de la zona de confort (o nos dejan allí por siempre) Cualquiera que sea la decisión que tomes solo puedo aconsejar lo siguiente: No culpes a la vida, a Dios, a tus padres, a tus amigos, al Gobierno, a la Iglesia, a la tentación, a tus enemigos, o a cualquiera cercano o lejano en tu entorno. Cada decisión es nuestra y debemos tomarlas para accionar y cambiar nuestro mundo. Toma decisiones con sabiduría, prudencia y dominio propio. Desafíate a cambiar. Reta a tu vida a ser transformado y si necesitas un consejo, déjate guiar por el Precioso Espíritu Santo ya que Él jamás mentirá y no hay sombre de variación, observa: “Cuando venga el Espíritu Santo, él les dirá lo que es la verdad y los guiará, para que siempre vivan en la verdad. Él no hablará por su propia cuenta, sino que les dirá lo que oiga de Dios el Padre, y les enseñará lo que está por suceder.”
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