“Después oí la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Entonces respondí yo: Heme aquí, envíame a mí.” Isaías 6:8
Déjate usar.
Dios necesita a hombre y mujeres como nosotros. Genuinos. Auténticos. Que han conocido el deleite de la victoria, pero han probado la desazón de la derrota. Que han respirado la fragancia de la santidad de Dios, pero que han tocado la putrefacción del pecado. No estoy hablando de personas que viven una doble vida o que tratan de engañar a Dios.
Hablo de personas que entienden la dura carga de fallar, que han llorado y que, a pesar de la culpa, se han levantado otra vez y han asumido su rol. Se convierten en soldados de Cristo, capaces de pelear hasta el último round y ser victoriosos.
Dios te necesita. Dios te necesita que inspires a otros a amarlo con locura. Que conozcan tu historia y que vean tus desiertos (que todos atravesamos) y que le digas: “Estás siendo tentado… yo también lo viví”, “No sabes que hacer, yo también estuve en esa estación de la vida”. Que vean que tu esperanza estuvo siempre puesta en Dios. El Rey de reyes, el Señor de Señores.
Cuando te dejas usar. No eres tu quién obra el milagro. No es el poder interno. Es la obra del Espíritu Santo. Es la plenitud de Cristo llevándote a bendecir a otros. Solo se ese instrumento de barro que transporte la bella Gracia de Dios, como dijo Pablo: “Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la extraordinaria grandeza del poder sea de Dios y no de nosotros.” 2° Corintios 4:8 LBLA.
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