En la Presencia de Dios: El Poder Revelador de la Oración

“Ustedes pueden orar por cualquier cosa, y si tienen fe la recibirán.” Sn. Mateo 21:22 

Orar. El momento donde se conecta nuestra humanidad y Su Divinidad. Donde lo imposible, se pone a sus pies y contemplamos la conjunción de la Soberanía de Dios con su bondad infinita, para convertir eso que no se ve solución, en una respuesta del cielo. Es donde el cielo susurra a nuestro oído y su misericordia nos permite tener una respuesta. En ocasiones es un sublime y esperado sí; en otras ocasiones, un no, lleno de amor y esperanza y también un “todavía tendrás que esperar, ya que todavía tengo que moldear y trabajar tu carácter” Esos momentos que golpean, pero que nos permite confiar plenamente en Quién tiene el control de todo. 

La oración nos abre una oportunidad de transformar nuestra vida. Nos permite acercarnos al trono de su Gracia y acceder por unos momentos a Su Presencia y disfrutar de la sinfonía celestial, donde Dios se siente feliz de oír nuestra voz. Muchas veces nuestras palabras son dirigidas con el dulce sabor de la victoria y de la felicidad. Donde contemplamos y derramamos nuestro corazón agradecidos y conscientes que no hay nadie como nuestro Señor. En otras ocasiones, nuestras palabras surgen del dolor y la desesperanza. Son un grito desesperado de un corazón que desfallece y lucha contra la tristeza, la ansiedad y el dolor. 

Es Pedro y los demás discípulos en medio del mar de Galilea, gritando: —¡Señor Jesús, sálvanos, porque nos hundimos! Mateo 8:25b. 

Es Ana en las afuera del Tabernáculo en Silo, moviendo sus labios, porque la tristeza le arranca las fuerzas a sus cuerdas vocales y no puede emitir ningún sonido entendible. 

Es David huyendo de Saúl y diciendo: “¡Ten compasión de mí, Dios mío! ¡Ten compasión de mí, porque en ti busco protección! ¡Quiero que me protejas bajo la sombra de tus alas hasta que pase el peligro!” Salmos 57:1. 

No es un león viniendo de una gran batalla victorioso. Es un pequeño que siente la angustia de una persecución sin sentido, pasando por el valle de la sombra y de la muerte. Lo fantástico de estas tres historias no es su sufrimiento, ni su tristeza, ni el dolor. Aunque eso enaltece al ser humano. Lo más impresionante que en medio de la situación complicada su vista, su corazón dirige su mirada al Cielo.

Ven a su Salvador y en medio de la tormenta piden auxilio. Ante un vientre estéril y una vida de lamento e infelicidad por no poder ser madre, se dirige a Su Padre, pidiendo un cambio, entregando un lamento y confiando en el único de convertir la infertilidad en el llanto de un bebé amado y regalado por el Cielo. Ante la persecución, no se escuda en su capacidad de ser un guerrero, sino que expone su lamento y preocupación; buscando protección. No habla el soldado, habla el pastor. Exponen su necesidad. No la ocultan en su soberbia. Saben que el único que responde es Él. Derraman su alma y salen fortalecidos. Con una respuesta. Con una nueva oportunidad. Con una respuesta diferente. Es importante estas tres historias. Nos llenan de esperanza. 

Los discípulos reciben un milagro inmediato. Su Señor con un poco de sueño aun, pero enmudece el impetuoso viento y clama el mar. Satisfacción inmediata. Dios les dio la victoria. Ana con una promesa pagadero en el futuro “—Vete tranquila, y que el Dios de Israel te conceda lo que has pedido.” 1° Samuel 1:17. Con una fe envidiable. Ana cambió su tristeza en alegría sabiendo que Dios cumpliría su Palabra y ella también. Después de un vientre estéril, Dios sextuplicó la promesa. Ella pidió un hijo. Dios le dio 6. Y terminamos con David. El Salmo 57 refiere a una huida de las múltiples que tuvo David. No hay una respuesta explícita de Dios, pero si hay fe que brota en los poros del guerrero. Al final del Salmo, nos deja las hermosas palabras: ¡Sé exaltado, oh Dios, sobre los cielos! ¡Alza tu gloria sobre toda la tierra! Así que, no se que tipo de respuestas tendrás. Solo se que Dios estará atento. Él actuará. Hará que lo complicado se simplifique y que lo doloroso se convierte en paz. 

Paz en medio de la tormenta. Fe en medio de la duda. Compañía en medio de la soledad. Eso hace la oración. Retoma una vez. Camina una vez más. Extiende tu vista el cielo y aprovecha la oportunidad de estar con Él. La oración transforma nuestra realidad. Es algo grande. Recuerda: el poder de la oración no está en quién hace la solicitud. El poder está en quién la recibe. Él hará la obra perfecta.

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