¡Qué mal les va a ir a ustedes, maestros de la Ley y fariseos! ¡Hipócritas! Se preocupan por dar como ofrenda la décima parte de la menta, del anís y del comino que cosechan en sus terrenos. Pero no obedecen las enseñanzas más importantes de la ley: ser justos con los demás, tratarlos con amor, y obedecer a Dios en todo. Hay que hacer esas tres cosas, sin dejar de obedecer los demás mandamientos. ¡Ustedes, como líderes, no saben nada! Cumplen los detalles más insignificantes de la ley, pero no cumplen lo más importante de ella. Ustedes son como los que, al beber vino, sacan el mosquito, pero se tragan el camello que hay en el vino. Sn. Mateo 23:23-24 TLA
El Sermón del Monte es fantástico. Majestuosas palabras dirigidas a todos para que vivamos nuestra ciudadanía celestial aquí en la tierra. Una lección espiritual para vivir a plenitud la esencia del cristianismo. Son palabras imperdibles de Jesús, que nos motivan a cambiar nuestra forma de ser; pero hay otro mensaje descrito en Mateo 23 totalmente desafiante, conmovedor y personal. Este ya no es un mensaje general. Es un mensaje directo, incisivo, versátil para corazones que necesitan ser resucitados. Almas que están muriendo. Espíritus en estado de descomposición por no enfocarse en lo verdaderamente importante.
Un mensaje dictado desde el corazón de Dios para los guardianes de las normas, los que veneran mandamientos, pero ignoran la misericordia, que los citan, los reverencian con sus bocas como verdades fundamentales, pero no conectan esas verdades con su vivir, con su forma de ser. No los confronta para exponerlos y mostrar sus trapos sucios en público. No, de ninguna manera. Este mensaje, aunque lleno de pasión, vehemencia y vigor, es un símbolo de preocupación para reconectarnos con lo verdaderamente esencial. Son palabras de un padre intranquilo que no soporta ver a sus hijos destruirse en nombre de una fe falsa, llevando sus vidas al rotundo abismo del fracaso. Cada vez los está separando de una relación significativa con él. Los va llevando a destruir una relación basada en el amor por lo que se desea aparentar, porque Jesús entendía claramente y lo trató de transmitir con el mensaje de Mateo 23. Amar no se aparenta, se vive. Sin lugar a dudas agradecía que trataran de cuidar los 613 preceptos, pero lo que intranquilizaba y alteraba el corazón del Señor, era que, ese celo por los preceptos, les daba licencia para destruir hogares, amenazar corazones sedientos de Dios, prostituir la gracia, atender nimiedades y aparentar. Si usted desea alterar al Señor, póngase como un obstáculo para aquellos que quieren acercarse a Su Presencia. Esto último lo indigna y es por eso que brinda este mensaje. Él quiere liberar a sus colaboradores de la prisión de la hipocresía y conducirlos a una vida libre de cualquier barrera que no les permita gozar de una vida plena en Cristo.
En medio de los señalamientos del Maestro, se extiende una joya maravillosa que no debemos perder de vista. Lo que hace única y maravillosa a la fe cristiana. Lo que la hace diferentes a las demás maneras de tratar de conocer a Dios. Hay algunas que son parecidas, pero no llegan a la grandeza de esto. La versión de las Sagradas Escrituras de Traducción del Lenguaje Actual (TLA), lo detalla así: ser justos con los demás, tratarlos con amor, y obedecer a Dios en todo.
Dios jamás les dio el papel de jueces o policías para denunciar las transgresiones ajenas. Les dio la función de tratar de rescatar al descarriado, de curar al enfermo, potenciar y ayudar a quien estaba luchando. Tomando como base esto, la justicia no es vista en este texto como un acto de inquisición o juicio. La justicia en este texto es tratar adecuadamente a todos. Hay personas con un alto estándar de principios y los viven, hay otros cuya vida personal da mucho que desear. Son parias, marginados, excluidos de la gracia. A los ojos de muchos no merecen el perdón de Dios. No alcanzan a cumplir las expectativas. Ellos -los fariseos-habían entendido que debían alabar al bien portado y rechazar al otro; pero Jesús tenía otro estándar. Ser justo significa tratar a los demás como quisiéramos ser tratados, aunque nadie lo vea y aunque no haya aplausos. Es levantar al caído, caminar con el quebrantado, acompañar al adicto en su proceso de cambio. Dios nos ha llamado a sanar, restaurar y proteger a los demás, para que conozcan la gracia de Dios, para que en su proceso sean transformados y conozcan a Dios y puedan vivir bajo su propósito. El consejo del Señor para nuestra vida es este: Sean justos. No midan con sus estándares. No han sido colocados como jueces, sino como facilitadores de la gracia. Sean justos y apoyen a quien no tiene la capacidad moral de hacer lo correcto. Regalen vida y no muerte.
Segundo, tratar con amor. La misericordia. Es esa compasión que nos mueve a la acción. Es lo que nos hace romper con la indiferencia. Nos ayuda a ver que el Evangelio no es solo para mi salvación personal, sino para transformar cómo me relaciono con otros.
Jesús les dijo que, si no hay compasión, no hay Evangelio completo. Pablo lo explicó de una manera genial: “Puedo entregar todo lo que tengo para ayudar a los demás, hasta ofrecer mi cuerpo para que lo quemen. Pero si no tengo amor, eso no me sirve de nada.” (1° Corintios 13:3 PDT).
Jesús les dijo acérquense a los demás. Toquen al inmundo. Visiten al olvidado. Compartan su pan con el hambriento. En otras palabras, les dijo: Tengan amor. Amen sin impedimentos. Amen arriesgadamente. Abran su corazón. Lleven la carga ajena más allá de lo solicitado. Vean con ojos compasivos. Satisfagan necesidades. Eso es misericordia. Jesús nos llevó a plantearnos no quedarse cómodo con lo que otros sufren.
Y finaliza con la fidelidad. En esa decisión vital de cumplir la promesa de seguirlo desinteresadamente. De dejar de pensar en el “cómo” y más pensar en “Quién”, es decir, no concentrarse en qué reglas debo cumplir para acercarme a Dios, sino en que cumplo estas reglas por amor. No por conveniencia, no porque seré castigado, sino porque quiero satisfacer a Dios, que es al que amo con plenitud y sin apariencia. La fidelidad es lo que nos impulsa a luchar contra nuestros deseos e impulsos y ser francos con nuestras debilidades y problemas para ser mejores cada día. Eso es lo que pide Jesús a los fariseos y lo que nos pide ahora a nosotros.
Para finalizar, el mensaje de Jesús en Mateo 23 no es un simple reproche contra los fariseos, sino un llamado urgente a reenfocar nuestra vida en lo que realmente vale la pena. No se trata de aparentar espiritualidad ni de acumular méritos religiosos, sino de vivir en coherencia con la justicia, la misericordia y la fidelidad. Jesús denuncia la hipocresía no para condenar, sino para despertar, para abrir los ojos de quienes han perdido de vista la esencia y se han enredado en detalles secundarios. Es un grito de amor que nos invita a dejar las apariencias y abrazar lo auténtico.
Así, este texto nos confronta hoy con la misma intensidad. ¿Estamos colando mosquitos y tragándonos camellos en nuestra vida de fe? La verdadera espiritualidad no se mide por ritos impecables ni por legalismos perfectos, sino por corazones que aman, manos que sirven y vidas que reflejan la gracia de Dios. Esa es la marca del seguidor de Cristo: ser justo con todos, actuar con amor y permanecer fiel al Señor. Lo demás, aunque útil, es secundario. Lo esencial no puede seguir esperando, porque en ello se juega nuestra relación con Dios y con los demás.

0 Comentarios
Manda tus comentarios del blog, puedes escribir tus testimonios, o historias que desees.