Estamos a punto de cerrar 2025. Pudo ser un año de nuevos comienzos o de torrenciales tormentas que no permitieron un avance controlado. Pudo se un año de introspección, análisis y mejora. De arreglar lo estropeado. De buscar nuevos horizontes. Es complicado dimensionar las vivencias, resultados, aprendizajes obtenidos por cada uno de nosotros; pero es un buen momento, tres meses antes de iniciar un nuevo año de poder recapitular y analizar que acciones preparativas puedo realizar para tener un nuevo año con nuevas perspectivas.
Planificar los nuevos escenarios serán vitales para encontrar nuevamente el rumbo o para labrar un mejor destino. Es importante señalar que son decisiones actuales las que permiten identificar los mejores caminos que se pueden tomar. Empieza a diseñar tu futuro con tus decisiones. Jesús lo expresó de la siguiente forma: “Cuando alguien va a construir una torre, se sienta primero a hacer un plan, ¿verdad? Tiene que ver si tiene el dinero para hacer el trabajo. Si no hace primero un plan, empezará a construir el edificio, pero no lo podrá terminar y todos se burlarán de él. Dirán: “Ese hombre empezó a construir el edificio, pero no fue capaz de terminarlo”. (Sn. Lucas 14:28-30)
Ya no podemos postergar. No ocupes estos últimos 90 días únicamente para planear las fiestas de navidad y fin de año. Ocupa este tiempo para reflexionar, actuar y mejorar aquellas cosas que están en tus manos. Afila tu hacha y trabaja para la construcción de un vital 2026. Aquí unos breves consejos para preparar tu futuro:
1) Haz una limpieza espiritual radical.
No maquillemos nuestra pereza, desobediencia y vacilaciones con excusas baratas. Hay decisiones y acciones que nos tiene atados. En ocasiones hay mucha basura u objetos acumulados impidiendo nuestro crecimiento. Este es un buen momento para ordenar y sacar lo sucio, lo que no sirve, lo que no nos impide crecer. En la medida que haya una renuncia total, logremos perdonar y venzamos la pereza, podremos tener la oportunidad de edificar nuevos hábitos que nos permitirán ser mejores personas. Claro, esto será un trabajo duro, pero con constancia, sin duda, será esencial. El escritor de los Hebreos nos dejó este consejo: “¡Todas esas personas están a nuestro alrededor como testigos! Por eso debemos dejar de lado el pecado que es un estorbo, pues la vida es una carrera que exige resistencia.” (Hebreos 12:1 PDT).
2) Identifiquemos nuestra escala de gratitud.
La gratitud es la sin lugar a dudas, la sonrisa del corazón. Es la manera con las cual reconocemos que todo nos ayuda a bien. Así que es necesario identificar nuestra escala de gratitud en nuestra vida diaria. Una forma podría hacernos algunas preguntas: ¿Cuándo tengo dificultades y problemas agradezco a Dios por el hombre o la mujer que está formando o me quejo porque siento que no merezco las dificultades?, ¿Ante situaciones incomprensibles me frustro o mantengo la mejor actitud?, ¿Cuándo alguien me comparte sus logros, me incomodo o me alegro por la bondad de Dios reflejada en otros?, ¿Cuándo alguien comparte un poco de lo que tiene conmigo, me gusta, trato de aprovecharme o trato de compartir con otro esa bendición? De la respuesta que nos hagamos de estas preguntas – más otras que salgan de nuestro corazón- se podrá comprender nuestra escala de gratitud.
Cada día podemos cerrarlo certificando lo que Pablo les escribe a los efesios: “Y den gracias por todo a Dios el Padre en el nombre de nuestro Señor Jesucristo.” (Efesios 5:20 NTV). Esto garantizará recibir un nuevo con un nuevo punto de vista. Hay algo vital en esto: La gratitud abre puertas que la queja cierra.
3) Invierte en tu propósito.
El propósito es la brújula del alma, es la que le da sentido y valor a nuestra existencia. A punto de acabar este año, que tanto sentido tienen nuestros pasos. Que tanto nos sentimos satisfechos con lo realizado hasta el momento. El propósito es la razón por la que las heridas no son vanas y por la que las lágrimas hicieron que las semillas germinarán.
El propósito es esa capacidad de ver genuinamente el futuro, nos permite entender que nuestra existencia tiene valor y que es importante para Dios y los que nos rodean; por lo tanto, es tiempo de tomar decisiones de capacitarnos, leer, salir, ayudar, aprender, desaprender, reaprender, avanzar. Invertir en el propósito también implica ignorar el “hate” o los obstáculos. Implica olvidar los aplausos del mundo para trabajar incansablemente por lo que Dios nos mandó a realizar y recordar que aunque estamos en el total anonimato, Dios está pendiente.
La inversión también involucra perder el miedo al qué dirán o a sentir que no somos capaces. A tomar la espada y batallar hasta que quede pegada a nuestra mano. Que, aunque cansado, no dejemos de perseguir con intensidad lo vital. Es una apuesta total; pero no cabe duda que es mejor haberlo intentado todo y poder ver el rostro de Dios y decirle: “estoy 100% resuelto a hacer lo que me has mandado y podrás tener a una persona con mil defectos, pero alguien totalmente comprometido. No solo tienes un aliado, tienes a alguien que tomará los riesgos, entrará al territorio enemigo, porque creo con los ojos cerrados en tu amor”. El prop´soito nos permite tomar la decisión de Mateo: “Y dejándolo todo, se levantó y le siguió.” (Lucas 5:28 RVR 1960)
4. Restaura Relaciones Rotas
No disfracemos nuestro orgullo ni nuestras heridas con silencios interminables. A veces el rencor, la indiferencia y las palabras no dichas se convierten en muros que hemos permitido levantar piedra sobre piedra. El corazón se endurece, y lo que pudo ser un puente de amor se transforma en una frontera de dolor. No hay nada de malo de mirar hacia atrás este año y evaluar nuestras relaciones e identificar a quién dañamos o quién no hizo daño y dejar de beber el veneno del rencor y el resentimiento, porque al único que daña es a nuestro corazón.
Restaurar una relación rota no es tarea sencilla; implica desarmar nuestro ego, pedir perdón, aunque sintamos que no nos corresponde, y tender la mano, aunque tiemble de miedo. Sí, costará lágrimas y renuncias, pero también nos abrirá a la libertad de vivir ligeros, sin cadenas emocionales. Perdonar no es olvidar, es recordar sin dolor, es liberar. Cuando tenemos cadenas invisibles es complicado avanzar hacia donde se desea. No dejes que el alma este con dolor. El Maestro lo dijo claro: ‘Si estás presentando tu ofrenda en el altar y recuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda… ve primero y reconcíliate con tu hermano.’ (Mateo 5:23-24). La reconciliación no siempre es volver al mismo lugar, pero siempre es volver a la paz.
Continuará…
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